EL PODER DE LA CONCIENCIA

Sospecho que Donald Trump se cayó de la cuna cuando era bebé, por eso es que a veces no entiende luego nada de nada. Para él está bien que se levante un muro para aislar a su país, o que los niños pequeños sean separados de sus padres como si fueran delincuentes o, por ejemplo, lo último, decir que le hacen el “impeachment” (o juicio político) porque realizó “una llamada telefónica perfecta”.

Él no entiende que vive en un país multiétnico; fundado, forjado y elevado como potencia mundial gracias a la amalgama de ideas y esfuerzos de los inmigrantes. Tampoco ve el severo daño físico y emocional que produce en los menores su iniciativa de “castigar” a quienes huyen del hambre y de la muerte, así como no comprende hasta qué punto un jefe de Estado no puede pedir “el favor” a su colega para que investigue a un rival político. Eso no se hace, pero Trump no ve nada de malo en ello, y reitera que solo fue una llamada telefónica perfecta. No entiende.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Este personaje me recuerda a los encargados de recoger la basura en Lambaré. Si fuera mal pensado, diría que todos ellos también se estrellaron dentro de su cuna.

El problema no radica tanto en el servicio que prestan al recoger la basura, que es incompleto, sino en la forma en que establecieron para cobrar este servicio. No sé si definir su método como estafa, usura o simplemente deficiente, pero en ningún caso es normal.

El caso es que, al contrario de cualquiera de las empresas que prestan servicios, llámese telefónicas, Essap o Ande, que cada fin de mes religiosamente dejan en el buzón la factura para que el abonado pague su cuenta, los de Dorby contrataron cobradores “comisionistas”, al menos eso me explicó la chica que atiende la sucursal en la municipalidad.

Es decir, la empresa tercerizada por la municipalidad para recoger la basura de los contribuyentes, sexteriza o noveriza (dos veces tercerizada, no sé si se multiplica o se suma) el cobro del servicio. La empresa no deja facturas en los buzones como debería, sino que envía a cobradores que llegan o no a la casa del abonado, según su humor, ya que –de acuerdo a lo expresado por la misma chica de la municipalidad– como cobran por comisión, depende de su esfuerzo para “hacer” su sueldo, merced a las comisiones que logran.

Este sistema tiene varios inconvenientes. El primero es que si el cobrador le pone pocas ganas en su trabajo, el problema de no pagar la cuenta recae sobre el contribuyente a través de una religiosa multa que le aplican, que es un abuso debido a que no es el pagador el que incurre en falta, sino el cobrador.

La segunda nota discordante es que a la empresa Dorby le conviene que sus cobradores no cobren, ya que de este modo siempre va a tener un plus de ganancia con las multas que generan –adrede o sin querer– la ineficiencia de su sistema de cobro.

Tercero, el contribuyente se convierte en esclavo de la empresa, ya que al no recibir la visita del cobrador, debe acudir a la sucursal de la municipalidad o llegarse hasta la empresa, gastando dinero (pasaje o combustible) y tiempo, lo que no corresponde. Por el contrario, el cobro debe ser una tarea de la empresa y no del que recibe el servicio.

Me pregunto, ¿cuántos abonados le quedaría a cualquier telefónica si todos tuvieran que ir a pagar en la empresa? Ni uno, creo.

Otro reclamo que obra en contra de Dorby es el recibo de dinero que entregan al aceptar el pago. En lugar de una factura como la gente, los cobradores llevan unas maquinitas que imprimen la factura como si fuera un ticket de supermercado. A través de un comunicado aseguran que es legal y que la modalidad de autoimpresión fue autorizado por la SET, sin embargo el recibo tiene el inconveniente de que es pequeño, es decir, se puede perder o confundir fácilmente, además y lo más grave es que muchas veces la tinta de ese aparatito es ilegible, ya que al cabo de un tiempo la impresión no aparece más en el papel y al usuario no le queda constancia de que pagó por el servicio.

Pienso que el problema se origina con los golpes recibidos en la cuna y lo notable es que siempre favorecen a la empresa.

Por ejemplo, en el 2018 el servicio mensual era de G. 35.000 y de pronto en el 2019 se incrementó nada menos que 20%. Sí, 20%, lo que es un abuso. La tarifa mensual se elevó sin explicación ni consulta a G. 42.000. ¿Bajo qué concepto, si la inflación del 2018 fue del 3,2% y del 2019 apenas del 2,8%?

Hasta anteayer, según la secretaria Liz, el costo en este 2020 no varió, pero sospecho que en unos meses más esta información habrá cambiado por otro 20% de aumento.

Mientras la municipalidad es intervenida, mientras el intendente está con un pie en la cárcel, mientras los funcionarios se manifiestan porque quieren cobrar sueldos atrasados, mientras las cajas municipales siguen recaudando millones todos los días, las calles están llenas de baches y Dorby cobra como quiere.

Y aunque esté prohibido el monopolio en este país, ¿qué puede hacer un contribuyente que no está de acuerdo con el servicio que ofrece Dorby? ¿Qué opción tiene? ¿Dónde va a tirar la basura?

Es hora de que las instituciones encargadas del control frenen este abuso. No pueden seguir agregando ganancias a costa de multas porque el problema lo genera la empresa al utilizar un sistema que se presta a la ineficiencia.

Dorby debe depositar la factura en el buzón del contribuyente como es la norma y que este pague cuándo y cómo pueda en cualquiera de las miles de bocas de cobranza que existen para el efecto. No puede seguir usándolo como su esclavo cobrador y obligarlo a ir y abonar (y menos sin comisión) en la municipalidad o en la empresa.

Déjanos tus comentarios en Voiz