• Por Augusto dos Santos
  • Analista

Año 2005. La tarde era calurosa, pero el aire acondicionado del quincho presidencial de Mburuvicha Róga suplía la canícula decembrina con cierto confort. Habían sido citadas figuras importantes del oficialismo porque el presidente Nicanor Duarte Frutos quería conversarles sobre una formulación política consolidada por el presidente argentino Néstor Carlos Kirchner (1950-2010) con buenos resultados para el manejo de la gobernabilidad: la transversalidad se llamaba.

“Me quiero mover con mucha libertad para profundizar el modelo y el cambio” enunciaba NK. La frase daba razón al modelo: la búsqueda de construir fortaleza de gobierno por sobre el peronismo, recurriendo a diversos partidos políticos afines u antiguos opositores como los radicales, que estuvieran de acuerdo con el pacto de transversalidad.

Por lo visto NDF pensaba en tal modelo y lo consideraba interesante, por lo cual decidió llamar a jerarcas partidarios, congresistas y miembros de su gobierno a una exposición sobre la transversalidad durante una tarde con bocadillos, gaseosas y abundante tereré. Había unas 40 sillas dispuestas y una mesa para un solo expositor magistral. Obviamente el propio NDF.

Ya cuando todos se apersonaron, los pesos pesados fueron llegando juntos: Juan Carlos Galaverna y don Blas Niño Riquelme recorrían el pasillo del edificio hacia el sector de entrada al lugar. Fue cuando Calé le pregunta a don Blas si sabía en qué consistía el tema de la transversalidad sobre la que el Presidente estaría hablando en un momento más, a lo cual el veterano senador, célebre por sus sentencias, respondió:

- Pe transversalidad nio peteî simple camandulerismo, Calé.

La energía con que lo pronunció y la amplia sonrisa desplegada no dejó dudas sobre que don Blas consideraba que esta tarde magistral de NDF no era sino una pérdida de tiempo. Ambos ingresaron al lugar donde terminaban de acomodarse los invitados y el propio Presidente ya pegaba dos golpecitos al micrófono para verificar que sonara para empezar. El joven del ceremonial llevó a los últimos en llegar (Calé y don Blas) hasta la primera fila.

Cuarenta minutos duró la brillante cátedra de política de Nicanor Duarte que galopó sobre las teorías de Rousseau, Weber, no faltó un Bobbio, un Sartori, tampoco un Alexis de Tocqueville. La platea estaba encantada con los antecedentes, el contexto histórico argentino y el desarrollo de la teoría de la transversalidad como red de contención de los procesos de gobernabilidad. Cuarenta minutos después Nicanor acabó su clase magistral y se levantó una nube vaporosa de aplausos, unos racionales admirando objetivamente su buena cátedra y otros de chupamedias y genuflexos de siempre. Cuando la sonoridad de las palmas iba aplacándose y solo quedaba el tenue murmullo posterior, se escucha una voz fuerte y rotunda de alguien que en primera fila dice:

–Ehechápa Calé, transversalidad nio camandulerismo, ha’ema nio ndéve.

Dicho esto, don Blas se levanta y extiende la mano hacia el Presidente a quien homenajea con la expresión: –Brillante Señor Presidente.

En rigor, la transversalidad no es exactamente eso que menciona el recordado don Blas con su contundente arandu ka’aty; pero, es la sospecha que siempre genera en nuestras sociedades políticas primitivas, basadas en una polaridad de una genética simple como el helecho, las iniciativas de construcción un poco más complejas. Por ello, los pactos y la convergencia de ideas siguen siendo una materia pendiente para el futuro de nuestra política.

Dejanos tu comentario