EL PODER DE LA CONCIENCIA

No sé si a otros les pasa, pero durante casi 50 años tarareé la música “Carlitos woman”, que luego, de mayor, y tras haber estudiado inglés, supuse que se refería a la mujer de Carlitos, o algo parecido.

No sé cómo comenzó. Supongo que de muy muy niño habré escuchado esa pegadiza melodía y perduró hasta la actualidad. Pensándolo bien, es increíble. Es increíble que dos palabras y la tonada hayan sobrevivido tanto tiempo en el océano de la memoria y salido a respirar de tanto en tanto para no morir asfixiadas. Y sin embargo, nada es eterno...

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La tecnología y las redes sociales hicieron que esta semana la canción de antaño “apareciera” en un grupo de “viejos” y volviera a sonar como hace medio siglo atrás. Pero para sorpresa mía, “Carlitos woman” no era ni fue nunca “Carlitos woman”, sino “Calypso woman”, la música de Sidney Elliott.

La verdad fue muy fuerte: pensar en que toda mi niñez, mi adolescencia y gran parte de mi adultez la viví cantando una melodía que no existía.

Este hecho me hizo reflexionar sobre cuánto puede tardar una persona en darse cuenta de algo. Unos son más rápidos y en un momento se percatan de ciertos detalles; otros tardan más; otros, muuuucho más y hay quienes viven toda su vida sin darse cuenta del error y mueren en una burbuja sin conocer la realidad.

Tal vez es eso lo que sucede en nuestra sociedad. No me refiero a Paraguay, específicamente, pero sí a América Latina, donde utilizamos el sistema de gobierno llamado democracia, en el que nos hacen creer que el pueblo es el que “manda”.

Sin ánimo de hablar mal de la democracia, en esta parte del mundo creo que no está funcionando bien. Prueba de ello son las incontenibles explosiones sociales en países de la región: Venezuela, Ecuador, Chile, Bolivia y ahora en Colombia, sin olvidar las multitudinarias protestas en Brasil y en Argentina, en el primero por la cuestión política y en el segundo por el descalabro económico.

No sé si a otros les pasa, pero pienso que la mayoría de los políticos vive toda su vida sin darse cuenta de aspectos evidentes. Atraviesan su vida sin ver lo que sucede alrededor y algunos solo hacia el final “despiertan” y tarde se asustan del camino andado. La angustia y la vergüenza, sin embargo, convierte en ocaso el arrepentimiento y las sombras llegan sin revertir los errores.

¿Cómo es posible, por ejemplo, que en la democracia la Policía reprima con violencia el reclamo de los ciudadanos? ¿Cómo osan levantar la mano contra sus mandantes? No me refiero a delincuentes, porque para eso están las fuerzas del orden, sino a golpear a personas que gritan y lloran en la calle porque tienen hambre, porque sus familiares mueren en hospitales públicos de enfermedades curables, porque los sueldos de los gobernantes son groseros y porque los cobran del bolsillo de los contribuyentes.

Ocurre lo mismo en todos los países: impuestos que no retornan a los que los pagan, jubilaciones que jamás llegan y no alcanzan, justicia que se inclina hacia los avivados, leyes que favorecen a algunos, amigos del entorno de poder que hacen negociados...

¿Cómo es que no son capaces de despertar, de darse cuenta de que alrededor hay demasiados juguetes rotos?

No sé si a otros les pasa, pero pasa. Sé que pasa porque la mujer de Carlitos no existe, pero sí Calipso, que extrañamente en la mitología griega significa “la que oculta”.

Paradójicamente fue ella, Calipso, la hija de Atlas, la que según cuenta Homero retuvo al héroe Odiseo (Ulises) engañado en su isla durante muchos años. Con placeres, fiestas y engaños hizo que él y sus hombres olvidaran quiénes eran, así como su pasado. Calipso hasta les ofreció la inmortalidad si permanecían con ella.

La isla de Calipso se llamaba Ogigia y era hermosa, tanto como un Parlamento cualquiera de Latinoamérica. En esa isla, los hombres vivían una fantasía durante toda su vida. Se creían eternos y poderosos, también imaginaban que eran felices y que lo tenían todo. Claro, por entonces no había autos gratis, ni combustible, ni choferes, pero los platillos que disfrutaban esos prisioneros engañados eran de lo mejor, así como sus guardias femeninas. Nada que ver con los feos uniformados que calzan botas y pistola en la actualidad.

Odiseo o Ulises en la historia fue salvado por el amor que sentía por la fiel Penélope. Gracias a él, el héroe griego pudo darse cuenta de que todo era una mentira y pudo escapar de Calipso, “la que oculta”.

Me pregunto, ¿cómo pueden despertar del plácido sueño los hombres que viven engañados en la actualidad? No comprenden el reclamo de las sociedades y tampoco tienen a ninguna Penélope que les salve. Solo escuchan la mujer de Carlitos, que había sido no existe.

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