Comprenderse a uno mismo: ¿es descubrimiento o creación?”

Raimund Gregorius es un apocado y gris profesor cincuentón. Enseña Literatura Clásica en un colegio secundario de Berna, y nunca se deja llevar por sus impulsos. Funciona como un reloj suizo, o como un Profesor Suizo. Hasta la tarde que en un paseo el azar se le cruza en la forma de una mujer a punto de tirarse de un puente, a quien salva, solo para verla desaparecer. Le deja una sola cosa, un número telefónico escrito en la frente.

Ese mismo día, en una librería de anticuario, buscando “algo portugués”, se topa con un libro “Um ourives das palavras”, “el orfebre de las palabras”, escrito por un tal Amadeu de Prado, que explora filosóficamente la posibilidad de volver en el tiempo y cambiar las opciones tomadas, para cambiar la vida de uno. Esto despierta el interés de Raimund, a pesar de estar escrito en portugués, un idioma que no habla, así que lo traduce poco a poco con un diccionario. Las palabras de Amadeu le llegan, lo sacuden, y al día siguiente renuncia a su cátedra, deja Berna y se marcha a Lisboa, a investigar el destino de Prado, cuyas palabras parecen hablarle directamente.

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Amadeu de Prado había sido un médico durante la Dictadura de Salazar (1928-1974), que se interesa además por la literatura y la filosofía, obviamente influenciado por la experiencia de vivir bajo un régimen opresivo. Amadeu, bajo juramento hipocrático, salva la vida de Méndez, el Jefe de la Policía Secreta, mejor conocido como “el Carnicero de Lisboa”. Esto lo marca como un traidor, y lo aísla, por lo que se une a la Resistencia para calmar su conciencia. Muere prematuramente de un aneurisma, y su hermana Adriana publica sus notas y diarios, dedicando su vida a preservar su legado. En su búsqueda por saber más sobre Prado, una persona lo lleva inevitablemente a la otra, y le van relatando la historia no escrita de la Resistencia Portuguesa al régimen de Salazar.

Al hallarse de repente en el mundo de otro hombre, el Profesor Gregorius se da cuenta que su vida está puesta en pausa eterna. Al investigar sobre Amadeu, nota que cada persona que lo conoció le habla de un Amadeu diferente, y que es lo lógico: somos varias personas al mismo tiempo. Él no es el mismo Raimund Gregorius que sus alumnos y colegas conocieron, ese hombre necesitaba murallas y este, ya no. Este hombre necesita conocer a los hombres que lleva debajo, a los que dejó en el pasado, y a los que pudo o puede todavía ser.

El que vuelve a Berna es otro, y la ciudad también es otra. Pero se lleva con el de Lisboa los “libros para el próximo paso en el camino”, entre ellos al gran Fernando Pessoa, la invisible brújula que parece guiar al autor de esta maravillosa novela, una exploración de la conciencia, de la posibilidad de conocer de verdad a otra persona, y de la fuerza del lenguaje para definirnos.

Que las palabras tuvieran un efecto causal en el mundo, que pudiesen hacer que alguien se mueva, pare, ría o llore: desde niño le había parecido extraordinario y nunca dejó de impresionarlo. ¿Cómo lo lograban? ¿No era casi mágico?”.

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