- Por Felipe Goroso S.
- Analista.
- Twitter: @FelipeGoroso
Se fue Villamayor; ojo, sólo del Ministerio del Interior. Pasó a ser jefe de Gabinete, un cargo que no desconoce, lo ocupó años atrás durante el gobierno llamado de Unidad Nacional presidido por Luis González Macchi y que tuvo (menuda coincidencia) a colorados, liberales y encuentristas como ministros.
Con la salida de Villamayor del Ministerio del Interior se dio la vuelta luego de mucho tiempo de Euclides Acevedo como ministro del Poder Ejecutivo, había ocupado la cartera de Industria y Comercio durante, bingo, aquel gobierno donde Villamayor ocupó la Jefatura de Gabinete.
Una de las primeras declaraciones del ministro Acevedo advertían sobre que los cierres de ruta no caminarían durante su gestión, y el día siguiente eso iba a ponerse a prueba. Hidrantes, gases lacrimógenos y balines de goma a tomateros que encabezaban un cierre de ruta en la zona de Coronel Oviedo. Un poco antes, un incidente similar se producía en el departamento de Amambay con campesinos que reclamaban tierras. El novel ministro había cumplido su advertencia.
En esta columna y en los otros espacios periodísticos donde me toca estar, infinidad de veces he expresado mi posición a favor de que el derecho de terceros no se vea vulnerado cuando sectores deciden manifestar sus reclamos. A la par de esto, y luego de estas jornadas considero oportuno que discutamos ciertas cuestiones al respecto de la apuesta que el Gobierno está haciendo: el operativo garrote. Un gobierno que, ante su falta de resultados, se muestra inseguro y titubeante en los pasos que va dando casi a tientas, ahora le suma su añoranza hacia un pasado donde los reclamos se arreglaban a cachiporrazos. De las mezclas más peligrosas que se puedan ver en cualquier administración, considerando que no se plantean soluciones de fondo ni se proponen políticas que nos muestren que a los reclamos sociales les falta sustento o argumento.
La nueva estrategia gubernamental no va a acallar las protestas, al contrario; pero lo que es seguro es que busca ganarse el aplauso de un sector de la sociedad paraguaya que mira con cariño a la represión por sí misma, muchas veces incluso con morbo. Eso sí, cuando ese sector de la sociedad sea la que salga a las calles a manifestarse, cosa que va a pasar si es que la situación económica sigue sin despegar, habrá que ver si miran la cuestión con los mismos niveles de aceptación. La represión será buena, siempre y cuando la mire por TV y, obviamente, no me toque a mí. Está por verse si la vara se mantendrá igual de rígida cuando quienes violenten el derecho al libre tránsito sean partidarios del gobierno. De otro modo, querrá decir que estará siendo selectivo sobre a quienes reprimir y a quienes no. Otro elemento que le agrega peligrosidad al camino elegido.
Precisamos que el Gobierno asuma al menos cierto nivel de autocrítica al respecto del rendimiento de su gestión, ese será el primer paso. El segundo será que tome medidas concretas para beneficiar a los sectores más vulnerables y, por qué no, a la clase media que ya siente el bajón económico en los bolsillos. De lo contrario, es probable que en un plazo no muy largo seamos testigos de momentos políticos mucho más complicados.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, clama políticas de fondo que propongan soluciones a la acuciante situación económica y social. Solo y exclusivamente con el garrote no alcanza.