Aborrezco los cierres de rutas. Es un atropello al derecho que tenemos las personas de transitar libremente. Es quizás la peor forma de manifestación coartando la libertad de terceros. Hasta aquí estamos de acuerdo.
Pero, pregunto, ¿iban a ser oídos los reclamos de los indígenas si llegaban una vez más a acampar frente al Indi o en una de las plazas ubicadas frente al Congreso? Claro que no, porque ya lo hicieron en reiteradas ocasiones, no obtuvieron respuestas y volvieron a sus comunidades con las manos vacías y ni siquiera, esta vez, con la mochila por lo menos cargadas de promesas.
Los indígenas agotaron las instancias antes de tomar la decisión más radical. Un gobierno incapaz de “escuchar a su pueblo”, como reclama el embajador de los Estados Unidos, se expone a situaciones extremas que lo terminan erosionando.
La gestión de Ana María Allen al frente del Indi no prosperó porque en ningún momento pudo generar ninguna empatía con el sector para quien debía trabajar. Recuerdo una entrevista radial con esta señora cuando 30 familias se habían apoderado de la Plaza de Armas por meses. Le preguntamos si se había acercado a dialogar con ellas y su respuesta fue que los líderes de esa comunidad tenían antecedentes penales y a quienes trató de extorsionadores consuetudinarios.
Quizás haya tenido razón en la descripción de la situación penal de estas personas. Pero precisamente la problemática indígena en el Paraguay no se reduce solamente a la concesión de tierras. A lo largo de la creación del Indi, esta institución ya entregó 1.200.000 hectáreas para los pueblos originarios y seguimos con los mismos problemas de siempre.
El gobierno de Mario Abdo, además de demostrar incapacidad en casi todas las áreas, en el sector social y, en particular, en el tema indígena, fracasó rotundamente. Ni siquiera esbozaron algún proyecto y mucho menos una visión de política de Estado en esta área.
Pero tampoco se avizora alguna solución al problema. Al contrario, las señales que nos dan desde el Gobierno son desalentadoras porque nunca asumen que están cometiendo errores. Siempre están buscando a quién culpar. Pasó de vuelta el viernes ante el caos con el Puente Remanso bloqueado. El asesor político del Presidente responsabilizó de la manifestación a las oenegés abocadas al tema indígena de operar y manipular a la gente y hasta llegó a destacar la labor que estaba realizando la señora Allen en el Indi.
Con el caso Arrom, Martí y Colmán pasó lo mismo. La culpa de la huida de los prófugos de la Justicia a Finlandia la tuvo hasta el maletero del aeropuerto de Carrasco, nunca un reconocimiento o autocrítica que se pudo por lo menos haber actuado mejor desde el Gobierno.
Dijimos en esta misma columna que los tiempos de Mario Abdo son misteriosos. Hasta ahora no comprendemos por qué demora tanto a la hora de tomar decisiones inmediatas para corregir lo que está mal. El bloqueo del puente empezó a las 9:40 y a las 17:00 envía un emisario, 8 horas después, para plantearles seguir hablando al día siguiente.
Los indígenas nos demostraron cómo debemos protestar los paraguayos ante autoridades sordas y caprichosas. Agotaron las instancias, no fueron atendidos y tomaron el toro por las astas. La semana pasada, una mayoría en Diputados “salvó” a tres de los suyos, imputados y acusados por varios delitos, que seguirán campantes en el Congreso.
El ministro de Hacienda pide no inflar el presupuesto porque no hay plata para aumentos salariales ante un año complicado, pero el mismísimo presidente de la República hizo lobby ante algunos senadores para otorgar G. 28 mil millones de reprogramación a Petropar para el pago de salarios y bonificaciones. Díganme si esto no despierta en nosotros no solamente cerrar puentes, sino paralizar el país. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.