• Por Felipe Goroso S.
  • Twitter: @FelipeGoroso
  • Analista

Él, pecador; confiesa ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que ha pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por su culpa, por su culpa, por su gran culpa.

Por eso él ruega a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por él ante Dios, Nuestro Señor. Amén.

Esta sería la versión del gobierno de Mario Abdo de una de las oraciones más tradicionales de la feligresía católica, la que muestra el tan necesario acto penitencial ante Dios, y pide a los santos la intercesión por el alma. Se usa para reconocer los pecados y experimentar el perdón del Padre. Después del reconocimiento de las faltas y de recibir el perdón, el cristiano experimenta una verdadera alegría. Es precisamente el pecado el que no lo deja vivir con alegría. Luego de esto, se da el otro paso, también necesario: el acto de Contrición, el arrepentimiento.

Este sería el momento ideal para que el Gobierno realice el lanzamiento de su versión del “Yo, Pecador”. Luego de semejante semana en la que se encargó de repartir tantas responsabilidades como le eran posibles. La ONU, la OEA, el Acnur, Brasil, Uruguay, la CIDH, Interpol, Finlandia, la aurora boreal y los fabricantes de vodka. Según el Gobierno, todos deben asumir la responsabilidad de nuestra chambonada, menos el precario manejo que les cupo en la última movida de los acusados por secuestro y asociación criminal, Arrom, Martí y Colmán; y que los llevó de Uruguay a Finlandia.

La responsabilidad de los actos (o como en este caso, la falta de ellos) de gobernar es indelegable. El principio de responsabilidad manda que toda posición dentro de una organización lleva aparejada un conjunto de obligaciones, cuanto más alta sea la posición, mayor será la obligación. En política, las obligaciones no se delegan. Entre ellas se encuentran la del buen gobierno, la cual es expresa. La planificación es otra (sería la que evidentemente faltó en este caso en particular), si se diseña un plan y el mismo no se cumple a cabalidad o de manera adecuada, estaríamos en presencia de un acto reprochable, cuanto menos. Aún más grave sería comprobar que estamos ante un caso de inhabilidad para gobernar. Se esperaría que no sea así, por el bien de todos. La palabra responsabilidad tiene su origen en el latín “responsum”, sustantivo que deriva del verbo responder, en latín “respondere”, que implica contestar, hacerse cargo.

Gobernar es un acto destinado a personas con inteligencia y coraje, líderes capaces de asumir aquellas obligaciones para las que fueron electos y no solo los beneficios del cargo. La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, tiene en la responsabilidad en los actos de gobierno a uno de sus principales componentes. Para todo lo demás podemos recurrir a: Él, pecador.

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