El padrinazgo y el amiguismo siguen siendo las condiciones para acceder a cargos o algún puesto en todos los ámbitos de la administración pública. Las “cocinadas” en el Consejo de la Magistratura para la elaboración de ternas para defensores, fiscales y jueces son grotescas y las consecuencias están a la vista. La corrupción en la administración de justicia asquea.
La semana pasada relatamos cómo la Corte Suprema de Justicia avaló una designación empujada por el padrinazgo para un cargo de defensor público en San Pedro, pisoteando la dignidad y trayectoria de las personas que puntuaron mejor en la terna que el elegido y que además de no ser de la zona, como estaba establecido, tampoco tenía la experiencia para ocupar el cargo. Sin embargo, ya juró y está sentado en la silla que se ganó gracias a sus contactos.
Recibimos una cantidad de casos similares de profesionales del derecho que no se animan a denunciar públicamente ante el temor de que el poder trunque sus carreras. “Son personas a quienes les temo enfrentar. Estamos hartos los que no somos de esa casta”, escribe una secretaria del Ministerio Público, que ha concursado en varias oportunidades, y que pese a tener las mejores puntuaciones la dejaron fuera. Nunca miraron su foja de trabajo ni sus méritos. La dejan fuera porque “nadie pide por ella”.
También nos contaron que en el seno de la Coordinadora de Magistrados de la Niñez y la Adolescencia están afectadas por la decisión del Consejo de la Magistratura de bloquear a varias juezas del fuero con sobrada trayectoria para integrar la terna para miembro del Tribunal de Apelaciones de la Niñez y Adolescencia de Capital. En una reciente sesión del Consejo truncaron la posibilidad de ascenso de las magistradas que se estuvieron preparando. No existe la carrera judicial, y esto les resta motivación. Bloquearon a cinco juezas de la niñez y ternaron a un abogado sin especialización en niñez y a una defensora.
A otra abogada con 12 años de experiencia en violencia de género ni siquiera la puntuaron para el cargo de defensor especializado en “Protección Integral a las Mujeres contra todo tipo de violencia” y metieron a un joven abogado, egresado en el 2013, sin experiencia. Quienes están en este tema sugieren que siempre las víctimas traten, en un primer acercamiento, con pares femeninas, ya que viene de un círculo de agresión. No es obligatorio, pero es lo recomendable para su primer contacto con la justicia y es a los fines de darle confianza para que no se retracte.
Pero, todo esto, los miembros del Consejo, en contubernio con la Corte Suprema, tiraron por la borda porque debía ser elegido al amigo, el masón, el ex ayudante de cátedra de un nuevo ministro. Así de simple.
Los aires de renovación en el Poder Judicial se fueron al tacho. Una joven actuaria de un juzgado del interior fue maltratada por una jueza. La agredida padece una enfermedad postraumática y los médicos le sugirieron alejarse de su jefa a quien otros funcionarios también denunciaron por la misma razón. Recurre a un ministro de la Corte, en carácter de superintendente del lugar y este le responde: “solucione su problema, yo no soy médico”.
Una nueva ministra que llegó con ínfulas de impoluta, de entrada pidió 13 funcionarios nuevos a su cargo, entre ellos un mozo que lo atienda en forma exclusiva. Otro de los considerados renovadores de la justicia delega sus funciones legales y administrativas a su secretaria, al punto que en el mes de julio la institución seguía con ejecución presupuestaria cero por desconocimiento del manejo del presupuesto.
La preferencia por sus amigos que tienen los hombres de poder para ubicarlos en los cargos públicos, obligadamente nos trae a la mente el histórico caso de
Calígula, Cayo Julio César Augusto Germánico quien, entre las muchas decisiones un tanto particulares que tomó, se encuentra el hecho de haber designado a su caballo favorito, llamado Incitatus, como cónsul. Ahí está la designación que hizo la semana pasada el presidente Mario Abdo, nombró a su amigo Rodolfo Friedmann como ministro de Agricultura. Nada más que agregar. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.