• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, decía la inmortal obra de Calderón de la Barca. Soñar, cualidad de todo ser humano. No hay quien no sueña porque no hay quien no duerma, y el que duerme sueña... aunque crea que no lo hace. Y el que aun así cree que descansa mientras duerme, no sabe cuánto labora su cerebro mientras sueña. ¿Quieren saber qué pasa en el cerebro mientras lo hacemos? Vamos ahí.

Es bueno saber que todas las actividades de todo ser vivo evolucionado (el ser humano correspondería a esta clasificación, aunque con lo que vemos día a día podemos dudar de ello, aunque eso es motivo de otro análisis) alterna su ciclo vital entre tres ritmos de actividad de la conciencia: vigilia, sueño lento y sueño paradójico. Este ciclo se relaciona con lo que conocemos como ritmo circadiano o del día y la noche, y está regulado por hechos sociológicos, culturales, laborales, etc., que son condicionantes de cada ciclo en particular. Cada ciclo depende de estructuras nerviosas y mecanismos bioquímicos diferentes que trataré de explicar en términos claros y sencillos en el caso de los dos tipos de sueño (lento y paradójico), obviando el ciclo de vigilia porque no es el motivo de esta columna hoy.

En primer lugar, hablemos del ciclo de sueño lento. Es característico de cada especie y se acompaña de posturas típicas en cada especie: quietud física con hipotonía muscular (músculos relajados y flojos), cierre de párpados, poco o ningún movimiento ocular, y pupila pequeña o miótica. Anatómicamente, este sueño se regula desde una porción del encéfalo llamada unión pontobulbar a nivel del tronco cerebral, situado detrás del cerebro, en la región baja del occipital.

Esta zona se conecta con la médula espinal por abajo y con la región límbica por arriba, que es la zona situada en la base del cerebro responsable de la memoria, las emociones y los recuerdos, entre otras cosas. Esta última conexión hace que se desactive todo el sistema de alerta emocional y, por ende, los pensamientos queden “vacíos” cayendo así en una relajación mental con disminución de los niveles de alerta.

Esto explicaría por qué las personas muy nerviosas o con estrés, y que tienen permanentemente excitado el sistema emocional del cerebro (el límbico), sufran de insomnio: no pueden dormir porque piensan en lo que les angustia, las sensaciones de alerta y alarma son constantes, y no se produce la desconexión del circuito que requiere la aparición del sueño lento. Por su parte, al estar conectados hacia bajo con la médula, estos núcleos pueden desconectar las sensaciones que ascienden desde el resto del cuerpo, aislando a las áreas superiores del cerebro de los estímulos que llegan, facilitando el cese de procesamiento de información, que es necesario para comenzar a dormir.

En estos núcleos del sueño lento, la serotonina es el neurotransmisor que desencadena la posibilidad de iniciarlo, así como otras sustancias conocidas como factores hipnógenos que se producen para causarnos un buen sueño. El dormir lento es muy importante porque durante él se producen fenómenos de recuperación y síntesis en las neuronas que estuvieron activas durante la vigilia.

Además, se producen y liberan hormonas en la fase profunda del sueño lento, que luego se usarán en la vigilia: se liberan más hormonas anabólicas y se inhiben las catabólicas. Traducido al lenguaje entendible, las abuelas tenían razón: cuando dormimos, crecemos. O, al menos, los que ya crecimos bastante hace rato, nos reparamos.

El sueño paradójico comprende el sueño desorganizado que presenta movimientos oculares rápidos, conocido por ello como sueño en fase REM (o Rapid Eye Movement = Movimientos Oculares Rápidos). Aparece en el curso del sueño lento, y depende de este para poder producirse, por lo que si tenemos una fase irregular de sueño lento, no alcanzaremos al sueño paradójico.

Aparece en fases de 15 minutos cada 90 minutos de sueño lento, por lo que podemos tener varios ciclos de sueño lento y paradójico en una misma noche. Se acompaña de una postura usualmente lateral, acostada, con párpados cerrados, hipotonía (relajación) muscular, pupilas pequeñas o mióticas, y movimientos oculares rápidos verticales u horizontales, así como sacudidas de la cabeza o de las extremidades en sus zonas distales.

Se constatan arritmias cardiorrespiratorias, aumento de la temperatura cerebral y de la irrigación del cerebro, y disminución de la presión arterial. Hay aumento de la secreción acida del estómago y de los jugos digestivos, y se produce la erección del pene y del clítoris.

La desaparición del tono muscular depende de una desconexión a nivel de la médula espinal, por lo que las personas con parasomnias (trastornos del sueño como la parálisis del sueño) despiertan de manera incompleta del sueño paradójico, careciendo de la posibilidad de moverse por completo, y estando dormidos cerebralmente hablando, aunque puedan abrir los ojos, lo cual explica no solo la impotencia de moverse, sino las alucinaciones que acompañan a la desagradable experiencia, donde los sueños se hacen vívidos porque se mezclan con la actividad visual que ingresa por los ojos abiertos.

El neurotransmisor de estos núcleos del asta conectados al tronco es la acetilcolina. El centro a nivel del tronco es la llamada sustancia reticular (porque sus fibras se entrecruzan como red) y se conecta con zonas del tálamo y la corteza cerebral, haciendo que este mecanismo del sueño sea más complejo de lo que creemos.

En esa zona existe un núcleo llamado ceruleo por su color cenizo, que es el que impide la aparición del sueño paradójico en la vigilia y en el sueño lento, y es el que suele afectarse en el sonambulismo o en las parasomnias donde el individuo tiene sueños lúcidos, donde se mueve e interactúa, pero en realidad duerme. Para que aparezca el sueño paradójico debe producirse la inactivación de los núcleos que permiten la vigilia y de factores hipnógenos producidos a nivel del hipotálamo, pequeña glándula situada en la base del cerebro que regula el ciclo del sueño y la temperatura corporal, más que importante en el ciclo sueño/vigilia.

Durante el sueño paradójico se produce la actividad onírica, es decir, los sueños. Si bien también se sueña en la fase de sueño lento, los sueños de la fase paradójica son mucho más ricos en detalles principalmente visuales con un alto número de escenas que se suceden y de personajes que interactúan. En fases previas al nacimiento y después de él, la actividad onírica es un poderoso reorganizador de circuitos neurales en el cerebro del bebé que luego fundamentarán la conducta instintiva. Es por eso que cuanto más prematuro sea el cerebro al nacimiento, mayor es la actividad de sueño paradójico, a fin de una reorganización mayor.

En los adultos, por su parte, el dormir paradójico juega un papel importante en la retención del marco espacial donde se produjeron los acontecimientos vividos que luego retornan a la conciencia durante el sueño. Además, se sabe que se sueña con un hemisferio o con otro y no con los dos al mismo tiempo. El estudio del sueño aún es un campo muy virgen por explorar, pero es indispensable como sedimento de lo aprendido: se sueña lo que se debe aprender y retener.

Conociendo el sueño en sus fases y los sueños en su mecanismo, podemos aprender a cuidar más esta parte tan importante de nuestra salud mental, tan venida a menos, como lo demuestran las asiduas visitas al médico por insomnio o trastornos en el descanso. Eso sí, JAMÁS se tratan con ansiolíticos. Pero eso es tema para tenernos DE LA CABEZA en otra columna sabatina. Nos leemos la semana que viene.

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