En su novela debut, Nathan Hill logró deslumbrar a la crítica, volverse un éxito y, en mi humilde parecer, darle un baño renovador a la novela moderna. “El Nix” arranca con “un día de furia” en un evento de campaña: el ex gobernador Sheldon Packer, candidato presidencial, demagogo y autoritario, es atacado por una mujer de 60 años que le tira un puñado de pedregullo. El “ataque”, grabado por un celular, se vuelve viral. Los canales de Tv más afectos a las posturas políticas de Packer, lo ven como un vicioso ataque. Aparece una foto de la mujer, Faye Andresen, en 1968, protestando en Chicago. No hay duda: es una ex hippie devenida liberal ultra radical que quiere destruir la fibra de la Nación. La bautizan la “Packer Attacker”, y todo el mundo habla de ella.
Bueno, casi todo el mundo. Su hijo, a quien abandonó hace 30 años, el profesor Samuel Andresen-Anderson, un obscuro profesor de literatura está demasiado preocupado por su pelea con una estudiante plagiadora y la novela que tiene pendiente hace 10 años. Para olvidarse de ello, se ha pasado las últimas 48 horas sumergido en un juego online, un hobby que empezó como un escape a la realidad y un mecanismo de liberación de stress; para convertirse en su casi ocupación principal y fuente de gastos, y, por ende, de más stress.
“En la antigua mitología Noruega, el Nix, era un espíritu del agua, que sobrevolaba la costa buscando niños, como un gran caballo blanco, amigable y manso, dejaba que el niño lo montase, para luego tirarlo al agua y ahogarlo. Su padre le dijo a Faye que la moral de la leyenda es que no hay que confiar en las cosas que son demasiado buenas para ser verdad. Pero, al crecer, ella llegó a otra conclusión, que le explicó a Samuel de niño: “Las cosas que más amas son las que, un día, más te van a lastimar”.
Cuando el abogado de Faye lo contacta para que escriba una carta al juez en defensa de su madre, Samuel, no tiene idea de qué le está hablando. Pero esto coincide con una llamada de su agente literario, comunicándole que la agencia se cansó de esperar su novela, y lo van a demandar. Pero Samuel tiene una idea: ofrece otro libro, la historia de su madre, lo cual el editor acepta con entusiasmo, siendo que ya tienen escritores fantasmas trabajando a tiempo completo redactando una falaz, pero muy vendible versión de la vida de la “Packer Attacker”, para que salga a tiempo antes de las elecciones. Que la firme el hijo que ella abandonó, destrozándola, bueno, es la cereza de su “sundae” mediático.
Así que a Samuel no le queda otra que ir a ver a su madre, y pedirle respuestas a preguntas que tiene atravesadas desde niño. Y a otras que surgen a medida que el pasado de Faye se va develando. Entretejiendo a la Faye de 1968 en la Universidad de Chicago y las protestas por Vietnam, la infancia de Samuel en los 80, y el caótico 2011. Conectando pasado, presente y la esperanza de un futuro, para lo que solo pretendía ser la historia de una madre y un hijo. Sin perder ese Norte, Hill nos regala una profunda reflexión sobre el mundo en el que vivimos. En lo que podría haber sido un “plomazo” denso y oscuro, él nos deleita con su humor y su fina ironía.