- POR OLGA DIOS
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“Cuando ella rió, noté una cualidad indomable en sus ojos, que me recordó a las chicas salvajes de nuestro lado de la montaña. Sus ojos brillaban como diamantes sin cortar, como metal sin pulir, exagerado por sus largas pestañas y la delicada curvatura de sus párpados”.
Durante la década del 70, Mao Zedong instauró en China su proceso de “revolución cultural”. Este incluía una práctica infame: “La reeducación”. En el caso de nuestros protagonistas, dos chicos urbanos de 17 y 18 años, los términos de su reeducación no están muy bien definidos, solo que es necesaria para el régimen porque sus padres, médicos y dentistas eran considerados burgueses enemigos del pueblo.
El autor, Dai Sijie, pasó el mismo por este proceso entre 1971 y 1974 y vive en Francia desde 1984. Las universidades en China fueron cerradas y todos los graduados de las secundarias fueron sujetos de esta “reeducación”. Las matemáticas, la física y la química desaparecieron de los currículos escolares y reemplazadas por textos de agricultura e industria. Les toca una aldea perdida en las montañas del Fénix del Cielo, cerca de la frontera con el Tíbet, donde realizan junto con los campesinos del pueblo, extenuantes trabajos físicos, tratados como bestias de carga, en los campos y en las minas de carbón.
Pero hay un destello de esperanza. Más bien, dos. Un chico ha traído escondido un violín y es la diversión de los pobladores mientras toca una jocosa canción: “Mozart está pensando en el Camarada Mao”. Otro tiene un don especial para contar historias, así que el encargado lo envía a un pueblo distante dos días al mes para ver películas y volver al pueblo a revivirlas para deleite de todos.El otro faro de luz es mucho más interesante. Les toca un cuarto en la casa de un humilde sastre, que vive con su bella hija, una costurera, de quien ambos se enamoran. Ella flirtea tímidamente y les muestra el secreto más valioso de su vida: un baúl robado lleno de libros occidentales prohibidos: Balzac, Stendhal, Dumas, Flaubert, Rousseau, Tolstoy, Dostoievsky, Dickens, Kipling, Bronte y Melville, y Romain Rolland, escapando de su triste realidad y conociendo mundos maravillosos. “Ella dijo que había aprendido una cosa de Balzac: que la belleza de una mujer es un tesoro sin precio. Evidentemente, tomaría mucho más que un nuevo régimen político, que la extrema pobreza, para frenar el deseo de una mujer a ser elegante: era un ansia tan antigua como el mundo”.
“Balzac y la joven costurera china” es, además, de un valioso testimonio histórico-autobiográfico, un encantador relato con cualidades fabulescas sobre la magia de la lectura y la maravilla del despertar romántico. Pero, sobre todo, es un conmovedor homenaje al poder de la palabra escrita y al deseo innato de libertad. “Estaba fascinado, arrastrado por el poderoso torrente de palabras que derramaban cientos de páginas. Para mí era el mejor libro: una vez que lo hubieses leído, ni tu vida ni el mundo que habitases serían jamás los mismos”.