• Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

A punto de cumplir un año de gobierno, el presidente Mario Abdo Benítez camina por la cuerda floja sobre el precipicio del juicio político.

El escándalo de “Itaipú y el acta secreta”, lejos de ser solo el título de una historia cinematográfica, podría ser la punta del iceberg de una crisis que por momentos pareciera encaminarse a un abismo.

No voy a hablar de la parte técnica que no entiendo, pero sí puedo ponerte en el contexto de esta crisis energética que comenzaba a finales de julio, cuando el presidente de la Ande, Pedro Ferreira, se negaba a la firma de un acta bilateral con Brasil en la que se pactaba un nuevo esquema para el reparto de los excedentes de electricidad generados por la Itaipú, una de las represas más grandes del mundo.

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Este pacto estableció un precio mucho más alto para la compra del excedente de generación eléctrica del que gozaba nuestro país y que podía ser vendido a terceros países, lo que en efectivo nos hubiese causado una pérdida cercana a los 300 millones de dólares anuales.

Lo demás ya lo sabemos. La filtración (manipulada o no) de una serie de mensajes de Whatsapp desencadenaba un “sálvese quien pueda” brutal en el propio gabinete presidencial.

Pero, por ahora, Mario Abdo Benítez está a salvo en el cargo. Tras una semana de idas y venidas, el Partido Colorado logró bloquear en el Congreso una petición opositora de juicio político.

Y aunque suene paradójico, la mano salvadora vino del movimiento Honor Colorado, el mismo al que el Gobierno intentó deshacer por todos los medios desde su llegada al poder.

Hubo manifestaciones en Paraguay y se comenzó a hablar del tema en el Brasil.

Pero la crisis política no es solo de los políticos. Es un problema que arrastra al país y nos golpea a todos.

Un ejemplo de ello es la suba coyuntural del dólar y los efectos a mediano plazo. Los analistas advierten que los inversores paralizan sus actividades a la espera de que las cosas se vayan acomodando nuevamente. Se reduce el consumo y crece la inestabilidad alimentada por los rumores.

Eso, sumado a la desaceleración que ya veníamos arrastrando, se convierte en una bomba de tiempo que de seguro le va a explotar en las manos a Juan Pueblo, ese tipo trabajador que vive del día a día y que no forma parte del entorno político.

En ese contexto y presionado por la situación, el Equipo Económico del Gobierno convocaba a una conferencia de prensa desesperada para asegurar que el país está atravesando por una etapa de “incipiente recuperación” del freno económico.

Así, el viceministro de Economía, Humberto Colmán, hablaba de una luz de esperanza “para que el segundo semestre sea mucho más dinámico”.

La más convencida era sin dudas la ministra de Trabajo, Carla Bacigalupo, que prometía la creación de unos 50 mil puestos de trabajo gracias a la obra pública que el Gobierno prevé hacer y agregaba, “tenemos un clima bastante bueno de inversión privada” ¿? Bueno, ella sabrá de qué habla.

Lo cierto es que esta crisis manda una mala señal a los inversionistas, desnudando una terrible debilidad en las instituciones y falta de liderazgo.

Pero por ahora la presidencia está a salvo. Mario Abdo Benítez llegará en una semana a su primer año de gobierno salvado por su archienemigo en una extraña maraña política que lo mantiene blindado.

Mario tiene un bidón de oxígeno que le permite respirar por ahora, aunque muchos creen que su gobierno tiene los días contados. La política asegura su permanencia, pero en las calles crece el descontento y muy pocos lograron salvarse de una marea que crece ruidosa y agresiva, que no se detiene y a la que muy poco le importan las formas.

Lo decía ya hace tiempo un recordado presidente de Estados Unidos:

Ningún hombre es demasiado bueno para gobernar a otro sin su consentimiento”.

Abraham Lincoln

Pero esa… es otra historia.

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