• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr Mime

El abuelito ya no nos reconoce. La abuelita ya no sabe quién es. Comenzó olvidando la llave puesta en la cerradura o la hornalla encendida en la cocina. Un día salió sin pantalones de la habitación. Hace unos meses se extravió en la calle y no supo volver a casa, ni qué estaba haciendo en esa dirección extraña. Ahora lo “visitan” personas que ya han fallecido, amigos y familiares. Creo que esta mañana no me conoció y me preguntó quién era yo...

Quizás a mucha gente que lea mi columna esta semana esto le suene muy conocido. Dolorosamente familiar. Y es que el venerable abuelito o abuelita de la casa está perdiendo su esencia, su memoria, sus conocimientos. Si bien al principio se acordaba mucho de lo que pasó hace años, sin embargo de a poco fue olvidando todo, como si un gran borrador pasara por la pizarra de su mente y se llevara puesto todo el bagaje de recuerdos que atesoró en su vida.

Pocas enfermedades confieren tal grado de impotencia tanto a médicos como a familiares como el Alzheimer (y otras patologías neurodegenerativas relacionadas a la edad que afectan la memoria y el conocimiento, y de las cuales el Alzheimer es la más común, por eso es que escribo esta columna hablando de él). Y sabemos muy poco de ella. Hoy les quiero contar con mucha brevedad de qué viene esto y cómo hacer que esta condición (no le llamemos más enfermedad) pueda ser sobrellevada por el paciente y, más preponderantemente, por su entorno.

El Alzheimer se produce por la degeneración neuronal asociada a la formación de filamentos de proteínas inútiles dentro de las neuronas y a la degeneración de las fibras nerviosas (las que conducen todos los impulsos) por depósito de esas inútiles sustancias. Por más que temamos, menos del 1% de los casos son formas heredofamiliares de la enfermedad, es decir, es muy baja la probabilidad que nos “hereden” el Alzheimer, aunque siempre la presencia de familiares con esta condición en la familia es un motivo de alerta y control por incrementar el riesgo de desarrollarlo.

Las neuronas comienzan a malfuncionar y se acelera enormemente la degeneración de sus prolongaciones, llegando a no cumplir con sus funciones. Puede comenzar alrededor de los 60 años e ir en aumento. El inicio es lento y se afectan primeramente partes del cerebro que comandan el pensamiento, la memoria y el lenguaje. Hay dificultad para recordar las cosas que pasaron recientemente, aunque las de antaño sí se recuerdan bastante bien. Incluso, llegan a olvidar por momentos el nombre de las personas de su entorno.

Sin embargo, con el correr de los años esto va empeorando. Llegan a desconocer completamente a los familiares incluso más cercanos. Hay dificultades en la lectoescritura e incluso en el lenguaje, olvidándose de los términos, y remplazándolos por una risa nerviosa cuando uno los interroga, o con fugas de la realidad, cambiando de tema o de escenario cuando se percatan de que su mente queda “en blanco” y no pueden sostener una conversación.

Más adelante, pueden volverse ansiosos o agresivos, incluso manifestar escenas excesivas de celos por la pareja o tener conductas aparentemente aumentadas en cuanto a su contenido erógeno, saliéndose de la “norma” de la conducta social. Muchos incluso tienen delirios de que les roban o sustraen cosas. Pueden fugarse o escaparse sin rumbo fijo y, en ese trayecto, caerse o sufrir accidentes por atropellamiento o traumatismos diversos. Toda esta situación es muy estresante para sus cuidadores.

No existe tratamiento para el Alzheimer, aunque hay ciertos fármacos que retrasan por algún tiempo los síntomas: donepezilo, galantamina, memantina y rivastigmina se usan con respuesta muy variada, pero solamente deben indicarse por profesional neurólogo o geriatra. No existe nada comprobado definitivamente como un preventivo del Alzheimer. Sin embargo, la buena vida saludable, el ejercicio diario, la dieta mediterránea (frutas, verduras, pescado, aceite de oliva), el no fumar, el control de factores de riesgo (hipertensión, diabetes, colesterol y triglicéridos) y el cuidado de la salud mental son fundamentales para ayudar a la prevención. El ejercicio constante de las habilidades cognitivas y de memoria (lectura, jugar sudoku, resolver acertijos) es un buen aliado.

El Alzheimer no se cura, pero no mata. Sí hace sufrir pero... al entorno. Como siempre le digo a los familiares del paciente que padece esta condición, el paciente que tiene Alzheimer puede ser el ser más feliz del mundo porque no tiene pasado que lamentar ni futuro del qué preocuparse, sino que su vida es un eterno presente, hoy y ahora, y nada más. De cada familiar depende que ese presente sea feliz durante todo el tiempo posible, aunque a los pocos segundos ya no lo recuerde. Tengan bien en cuenta, queridos amigos que tienen una persona así en la casa. No estén DE LA CABEZA con él..., háganle feliz a cada minuto porque su vida es un eterno ahora. Nos leemos el sábado que viene.

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