- Por Eduardo “Pipó” Dios
- Columnista
31 años de democracia que se han caracterizado siempre por más avances que retrocesos. Aunque ciertos sectores intenten pintar todo de color negro, hemos avanzado mucho.
Los que vivimos en dictadura, al menos del lado del mostrador de los no alineados, sabemos que se puede estar mucho peor.
Igualmente, veníamos bien. Pasamos por el débil gobierno de Wasmosy, sometido a los intentos retardatarios del oviedismo y del propio neoestronismo propuesto desde el argañismo en su momento; los duros años entre el breve gobierno de Cubas, el desastroso gobierno de “unidad nacional” de Gonzalez Machi, las luces y sombras de Nicanor, la amarga prueba de la alternancia de Lugo y Federico, llegando al manejo firme y pragmático de Cartes. Pero todo representó un paso más, una mejoría en algo. Hasta que, por culpa de la ambición de ciertos grupos económicos poderosos, terminamos volviendo a caer, aunque pareciera poco probable en un gobierno que está atrasado 20 años o más.
Si bien Marito se inició en la política luego de la salida de su familia del poder, pareciera que lleva el estronismo en los genes. Marito no es un demócrata convencido, él duerme con la foto del “Rubio” bajo la almohada, sueña con ese poder imperial, esa autoridad temida y ejercer el poder de forma autocrática, y claro, no le sale.
Esa falta absoluta de liderazgo eficiente, pragmático y moderno sumerge a su gobierno en un insoportable letargo, en un estancamiento sin antecedentes, que sumada a las crisis coyunturales lo hacen aún más evidente.
Pero Marito insiste y ahora metió mano en el Consejo de la Magistratura, una institución que parecía ir saliendo de la crisis en que estaba sumida, mejorando ostensiblemente la calidad de su gestión, reflejada en ternas transparentes y justificadas. Sin embargo, el Presidente le prometió una silla en la Corte a la incondicional Carolina Llanes, funcional para reventar a sus odiados Zacarías, y, ojo, no odiados por cuestiones morales o al menos por rivalidades políticas, sino que por asuntos de negocios personales. La interventora Llanes fue enviada por el Presidente con una misión y la cumplió. Con ley o sin ley. Con razón o sin razón. Cumplido esto, la puso a manejar la Senabico. Siempre bajo sus órdenes directas, aun cuando maneja los bienes de su ex (?) financista “Cucho” Cabañas, relación de la que se habla mucho y se desconfía todavía más.
Pero ¿cómo llegó Llanes a la terna? En las listas de mejores calificados nunca apareció en los primeros lugares, pero ¡oh, casualidad! De repente, la transparencia a la que nos estábamos acostumbrando en el Consejo sufrió un fugaz apagón y cuando volvió, la doctora Llanes había pasado –por obra y gracia del Espíritu Santo (o alguien más terrenal)– al podio de los mejores calificados.
La irresponsabilidad de los miembros del Consejo, permitiendo esta grosera injerencia, es grave, pone en duda todo y se debe revisar y estudiar las responsabilidades. Aquí sí está en juego la tan mentada y cacareada institucionalidad. Urge devolver la terna y transparentar el proceso. Y avísenle a Marito que deje sus costumbres estronistas para sus peñas de los jueves con sus aduladores.