Todo Paraguay está expectante con lo que pueda pasar mañana cuando el árbitro dé el pitazo final en el partido entre la Albirroja y la selección Colombia. Será el momento en que, sin medias tintas, o entraremos en depresión colectiva o en una algarabía generalizada como hace tiempo no recordamos.

El hecho tiene su antecedente inmediato en el último lance disputado con la Albiceleste de Messi luego del cual nos quedó una sensación de impotencia cuando veíamos una y otra vez la jugada del penal a favor de la Argentina y todavía nos preguntamos qué cobró el VAR... ya que ni el árbitro central se percató de la supuesta falta, ni los argentinos o los paraguayos.

Durante cinco minutos Wilton Sampaio se “resistió” a sancionar el penal porque no estaba convencido de que hubiera una falta, pero desde arriba recibió la indicación y se consumó la traición a la justicia que él debía impartir.

Gracias al fanatismo, los argentinos “vieron” que la pelota hizo contacto con la mano de Piris, pero de este lado más de un paraguayo reflexionó que era evidente que la selección del mejor jugador del mundo no podía quedar fuera del torneo, simplemente porque no le convenía ni al espectáculo, ni a los organizadores, ni al futbol mundial.

Para quien quiera ver, la decisión de Sampaio acabará en un efímero remolino que será anécdota en poco tiempo. Y, aunque dolorosa, la derrota hubiera sido mejor para los argentinos en vez de quedar por siempre como tramposos ante los ojos del mundo.

Para quien quiera ver, a partir de ahora los albicelestes cargarán esa humillación. Y los paraguayos, como los ofendidos, pasaremos a “disfrutar” de esa vergüenza. Y la ceguera del fútbol nos dibujará una sonrisa idiota cada vez que escuchemos de la “Vargentina”. Nada más.

Pero para quien quiera ver más allá, Sampaio y el VAR, abrieron la puerta a una dimensión en la que vivimos y de la que no somos conscientes.

Todos los días leemos sobre peores injusticias de las que somos víctimas los paraguayos y no nos inmutamos como ese penal inventado. Por ejemplo, vemos cárceles en las que viven compatriotas como animales, donde degollan a jóvenes, mientras las autoridades recorren las calles en autos de lujo comprados con impuestos, con combustible que no pagan, con guardias que deberían custodiar a los reos, con sueldos que alimentarían a los presos durante generaciones.

Todos los días leemos cómo los políticos acomodan a sus familiares y desangran las arcas del Estado con salarios que no condicen con la realidad, mientras las empleadas domésticas luchan por el derecho de ganar el sueldo mínimo.

Todos los días vemos cómo se realizan los descuentos a los asegurados de IPS, pero no reciben medicamentos ni atención médica adecuada. Vemos cómo las autoridades preparan nuevos “paquetes” de impuestos y nos dicen que no debemos preocuparnos.

Vemos que se acerca la fecha para “renegociar” los recursos hidroeléctricos y quienes deben prepararse para esa dura batalla más parecen esperar alguna generosa dádiva para hacer la vista gorda en el momento adecuado.

Mientras que el VAR de Sampaio “nos abre los ojos” acerca de una realidad que nos hacen creer de vida o muerte, la vida se nos va en medio de injusticias que dejamos pasar porque no tienen importancia.

No importa el hambre de los alumnos, solo el negociado con el almuerzo escolar; no importa la educación de los niños, mucho menos la que se imparte en las universidades. Es la manera en que la cultura del “vaka´i” y de los privilegios sobreviven.

El VAR de Sampaio nos mostró cómo lo intrascendente toma importancia y lo fundamental se diluye en el griterío del público fanático en las graderías.

¿Qué clase de VAR necesitamos para comprender realmente las jugadas de los gobernantes? ¿Cómo hacer para que dejen de cobrar penales inexistentes y ganarnos por goleada?

Este domingo de fútbol nos traerá una gran alegría si la Selección clasifica o una profunda tristeza si no lo logra. Sin embargo, al día siguiente, el lunes, la vida seguirá igual, sin que nada cambie, conviviendo con Sampaios traidores que nos pasen la mano como si fueran amigos. Parece que no hay VAR que nos abra los ojos.

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