- Por Dany Fleitas
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La permanencia de Eduardo Petta al frente del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) flaco favor le está haciendo a la institución madre de la educación paraguaya, por lo que el presidente Mario Abdo Benítez debería considerar los reclamos de la comunidad educativa toda, llámese docentes, estudiantes y padres de estudiantes, para remover del cargo al polémico político y poner en tan delicadas funciones a una persona con altura moral e intelectual a carta cabal.
La semana pasada, el ministro de Educación y Ciencias, Eduardo Petta, premió con el ascenso de director administrativo de Gestión Educativa a una persona sin título universitario, quien tiene la gran responsabilidad de capacitar a los supervisores del área. Su nombre es Roberto Trivero Riveros, quien pasó de ganar G. 4 millones a G. 14 millones al mes. Además, en estos días supimos, gracias a los medios de comunicación, que Petta decidió poner a Milca Mongelós Quiroga, ex directora de un centro de formación de adultos y evaluadora, como directora del Nivel Inicial. Su actividad política como activista de una seccional colorada de San Lorenzo no la descalifica, pero sí el hecho de que al provenir del ámbito de la formación de adultos no tiene aparentemente ninguna experiencia para tratar, evaluar y planificar la educación general de la infancia y la primera infancia. Esto es mucho más grave en términos de impacto nacional. Las denuncias suman y siguen.
A fines de noviembre del 2018, el ex director de la Policía Caminera de Fernando Lugo por poco no se inmoló ante las cámaras cuando dio su versión de los hechos en su entredicho con la viceministra Nancy Ovelar, hermana de la ex ministra de Educación del gobierno de Nicanor Duarte Frutos y ahora senadora de Añetete, Blanca Ovelar. En la pulseada, Petta logró el respaldo de Abdo Benítez y terminó dando un paso al costado solo la mujer, dejando profundas heridas al interior del movimiento que todavía no sanan del todo.
A fines de marzo nomás, el mediático ministro Petta hizo todo un gran escándalo nacional porque supuestamente el presidente del Congreso, Silvio Ovelar, lo chantajeaba pidiendo atención para sus correlíes a cambio de apoyo con votos para la aprobación de ampliaciones presupuestarias en el Senado. Esta fricción por poco lo lleva al paredón de la interpelación en los primeros días de abril, de la que se salvó por un pelo.
Con tanto exhibicionismo mediático de su parte, cualquier mortal local y del mundo iría a pensar que este funcionario de Estado es un “pituwau”, un extraterrestre, un fenómeno, un adalid de la transparencia y de la calidad educativa del nuevo milenio, dispuesto a arrasar con todo lo malo que se le ponga en su camino: corrupción, tráfico de influencias y prebendarismo. A partir de esas señales iniciales de conducta, era de esperar cierta coherencia para que la educación paraguaya inicie el camino de una transformación saludable para los próximos 50 años. Pero no, nada de esto ocurre, es más, vamos como el cangrejo, para los costados o para atrás, pero nunca para adelante.
Ya por algo, la senadora de su propio movimiento Blanca Ovelar, cada vez que puede, pide la cabeza de Petta. “Eduardo tiene incompetencia para ese cargo, absolutamente. Por eso es acomplejado y no trabaja con la gente”, dijo a fines del año pasado la ex ministra de Educación. Otros de la misma corriente, como Enrique Bacchetta, en este abril nomás señalaba con asombro –en todos los medios– cómo era posible que Mario Abdo Benítez le sostenga en el cargo a un incompetente para esa cartera. “Hasta ahora no he conocido una política educativa con respecto a ese ministerio”, afirmó en aquella oportunidad, y agregó: “El Presidente le está sosteniendo a una persona que tiene muy poco conocimiento al respecto, creo que él podría ser mucho más útil en otros campos”.
De lo que se puede observar desde afuera, es que Petta es un figureti que se comporta todavía como fiscal y que sabe montar shows cuando apeligra su cabeza, usando al MEC para fines personalistas sin importar el futuro de la educación del Paraguay. Esto le causa mucho daño al país e hipoteca los necesarios cambios que deberían estar dándose en este tiempo. Al final de cuentas, el que va a quemarse más grande será Mario Abdo, por su capricho inentendible de apostar a una persona que no sabe dónde está parado.