- Por Jorge Torres Romero
- Periodista
Una fotografía en blanco y negro en la esquina del emblemático bar San Roque registraba el tremendo raudal formado tras apenas ocho minutos de lluvia. Ocurrió el 29 de diciembre de 1969. Tres vehículos arrastrados, empujados por el agua, fueron a parar en la puerta y vereda del conocido restaurante.
Cincuenta años después de registrado ese evento, seguimos repitiendo exactamente la misma historia cada vez que llueve, con mayor o menor intensidad, pero siempre la misma historia del peligro, el caos, los daños y los lamentos.
Lo ocurrido el viernes último fue un evento más de los tantos que hemos tenido, con la diferencia de que cada episodio quedó registrado en imágenes y videos, compartidos y viralizados gracias al acceso a la tecnología que antes no teníamos.
Pero ¿qué ha cambiado? Y nada, se va el raudal y todos volvemos a la rutina. El problema de los raudales en Asunción, y ahora en el área metropolitana, es que forman parte de los tantos temas recurrentes que los vamos viviendo año tras año. Tenemos una larga lista de repeticiones, de problemas sobre los cuales vamos girando todos los años sin nunca resolverlos.
Este tema nos llevará, como mucho, una semana de discusión y siempre habrá un intendente de turno a quien echarle toda la culpa.
Y ahora que estamos en el mes de la patria; más allá del habitual tributo a los próceres que nos dieron la independencia, de llenar con banderas tricolores los edificios públicos o lucir una escarapela en el pecho; necesitamos verdaderos patriotas que tomen el toro por las astas.
Salvando las distancias y las diferencias culturales, pero siempre es bueno igualarnos para arriba, en los alrededores de Tokio resolvieron el problema de las inundaciones asumiendo el problema de raíz. La autoridad de turno, junto a los mejores ingenieros, pidió una solución al problema. Construyeron un canal de desagüe subterráneo para el área metropolitana para controlar las inundaciones. El agua acumulada la desvían para evitar que se inunde. Montaron un depósito de agua y, vía acuática, lo conectan a los ríos de la región. El agua que entra por los raudales se canaliza a esa gran cisterna y se vierte al río regulando el volumen. Desde su construcción se ha activado cientos de veces, mitigando el problema causado por las grandes lluvias y los daños se redujeron.
Necesitamos patriotas que abracen esta causa y busquen una solución definitiva sin que decaigan hasta lograrlo. No es posible que solo evidenciemos los dramas cuando suceden y luego nuestra concentración la sustituimos por un torneo de fútbol.
Estos problemas no distinguen ideologías, afiliación partidaria o clase social, nos afectan a todos los paraguayos. Dentro de exactamente un año estaremos viendo las ofertas electorales de quienes pugnarán por los cargos municipales y más allá del discurso de que nos merecemos una ciudad habitable, exijamos la fórmula que tiene cada candidato para afrontar estos problemas.
Y el patriotismo pasa también por acompañar las obras que las autoridades de turno pretenden encarar. Recordemos que si fuera por un sector mediático importante, que ha priorizado intereses económicos particulares de sus dueños, ni la avenida Madame Lynch hoy estaría construida ni mucho menos el “superviaducto”.
En el Chaco hoy vemos localidades enteras que están aisladas por las condiciones de los caminos y urge potenciar más el desarrollo en la Región Occidental, pero, apenas se anuncia la construcción de un puente que dinamizará la región, ya comienzan los bombardeos y ataques al proyecto.
En Asunción, el intendente intentó implementar un proyecto de gestión tributaria para obtener recursos y media ciudad se le vino encima. Instituciones enteras, entre ministerios, el Congreso y la Presidencia de la República adeudan al municipio US$ 40 millones por tasas municipales destinadas a recolección de basura y reparación de capa asfáltica.
Necesitamos patriotas de verdad para reconstruir no solo nuestra ciudad, sino nuestro país entre todos. Patriotas que abracen la causa en serio, no solo cuando viene el raudal. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.