“Este, Oeste, Sur o Norte, no hay diferencia. No importa tu destino, solo asegúrate de hacer de cada viaje, un viaje interior. Si viajas hacia adentro tuyo, conocerás el mundo entero y más allá”.

No todas las “sensaciones turcas” vienen en forma de telenovelas con valores, para ser buena me quedaré en llamarlos “cuestionables”. Bah, retrógrados. Hay otra “sensación turca” que se llama Elif Shafak y se hizo famosa con su novela “La bastarda de Estambul”, que engrosa las filas de mi lista de pendientes.

“Las cuarenta Reglas del Amor”. Otro que suena a autoayuda y ni ahí. Ni se te ocurra empezar a leerlo sin una copia de los poemas de amor de Rumi, o al menos un celular a mano para googlearlos. Rumi, el poeta y místico persa que vivió en el Siglo XIII, escribió las más bellas exaltaciones del amor, y a su muerte, sus seguidores fundaron la orden Sufí Mevleví, mejor conocidos como los “derviches giróvagos”, o “derviches danzantes”, una meditación en movimiento llamada “serná” donde hombres (hoy también mujeres) giran sobre sí mismos acompañados por flautas y tambores. O sea, todo lo opuesto a lo que te “enseñan” en la novela turca de las siete. Si nunca tuviste el placer de ver a los derviches danzantes, podés buscar la escena donde bailan en la película de Omar Shariff “El Señor Ibrahim y las flores del Corán”, aunque te recomiendo ver la película entera porque es una belleza.

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En esta novela se trazan dos historias paralelas, una contemporánea y la otra en el Siglo XIII, cuando Rumi conoció a su mentor espiritual, el derviche danzante Shams de Tabriz. En el siglo XX, Ella vive en San Francisco, es una cuarentona muy “infelizmente casada”, que toma un trabajo como lectora para un agente literario. Le toca una novela llamada “Dulce Blasfemia”, escrita por un tal Aziz Zahara. La novela relata la historia de la búsqueda de Rumi por Shams de Tabriz y el rol del derviche en transformar al entonces renombrado pero desencantado jurista Rumi y convertirlo en un místico comprometido, un poeta apasionado y un profeta del amor. Ella está maravillada por las lecciones de Shams, cuarenta reglas que ofrecen una mirada a una filosofía antiquísima, basada en la unidad de todos los pueblos y religiones, y la presencia del amor en cada uno de nosotros. Mientras va leyendo, se da cuenta de que la historia de Rumi es un espejo de la suya, y que Aziz Zahara, como Shams, ha venido a liberarla: “Se puede estudiar a Dios a través de todo y todos en el Universo, porque Dios no está confinado a una Mezquita, una Sinagoga o una Iglesia. Pero si todavía necesitas saber exactamente dónde reside Dios, hay un solo lugar donde buscarlo: en el corazón de un amante”.

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