Por Carlos Mariano Nin
En los últimos días se puede notar, con solo encender la tele o revisar las redes, que algo está cambiando.
Con el dolor de su maltrecha economía a cuestas, la ciudadanía parece estar dando pasos concretos contra una clase política que asquerosamente hace ostentación de unos privilegios que no merece.
Nuestros legisladores tienen uno de los salarios más altos de la región y dudosa productividad. Eso sí, en el Congreso hay circo todos los días.
Pero para que lo entiendas mejor voy a tratar de explicártelo en números y con una sola persona. Dicen que para prueba basta un botón y nosotros tenemos un sobretodo.
Vamos al caso de Miguel Cuevas, presidente de la Cámara de Diputados y ex gobernador de Paraguarí. Miguel Cuevas está sospechado de haber malversado unos 1.200 millones de guaraníes en concepto de combustibles durante el 2016. Durante su gestión, según la denuncia, se cargaba combustible a vehículos que estaban en desuso, o sea, no funcionaban.
También su mujer, Nancy de Cuevas, es investigada por el Ministerio Público por cobro indebido de honorarios en el Ministerio de Educación. Según consta en las planillas, la mujer cobraba rubros docentes en una escuela de Sapucai… a la que no asistía, o lo hacía cuando las papas quemaban. Claro, ante la magnitud del escándalo el MEC le abrió un sumario.
Lo primero que uno piensa es en una empresa familiar para delinquir. Pero cuando pensábamos que ya nada podría sorprendernos se supo que el presidente de la Cámara de Diputados adquirió tierras fiscales a nombre de su hijo Enzo.
Pese a que el chico nunca se desempeñó como agricultor, solicitó un lote de 6 hectáreas y 6.472 m2, en la manzana Chircal, de la colonia Comandante Julián Insfrán, del distrito de Sapucai, departamento de Paraguarí. En el documento hizo constar que tenía cinco años de ocupación en el lugar con una vivienda tipo rancho y cultivos como caña dulce, maíz y mandioca. ¿Pueden imaginar al hijo de Cuevas descalzo y con sombrero piri trabajando la tierra? Yo tampoco.
NO DEJES DE SORPRENDERTE
Además de las denuncias de enriquecimiento ilícito y lesión de confianza, se sospecha “maliciosamente” que Cuevas incurrió en tráfico de influencias. Y es que su hija, Nadia Silvana Cuevas Florentín, figuraba en la nómina de funcionarios del Poder Judicial con un salario de 6.030.000 guaraníes.
Y… otra de sus hijas, Nancy Yanina Cuevas Florentín, fue contratada para desempeñar funciones en el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) y en el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral (Sinafocal), ambos dependientes del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, percibiendo un salario de 6.160.000 guaraníes. Pero claro, tras las denuncias… ambas renunciaron.
Volvamos a Miguel Cuevas. Solo el legislador se embolsa del Estado 37.500.000 guaraníes, sí 37 millones. El salario mínimo es G. 2.112.000, haciendo una comparación al vuelo, el congresista gana 17 veces y un poco más que un ciudadano común, honesto y trabajador, ese al que se le apura con impuestos que ya de por sí le ponen la soga al cuello de la necesidad.
Pero no es la familia de Cuevas el problema. El problema es la impunidad con la que se maneja la clase política que hace del Estado un botín del cual servirse, dejando de lado que le pagamos para servirnos.
Es un botón en medio de tantos otros que todos conocemos.
Y de eso se está cansando Juan Pueblo, ese pueblo al que el presidente Mario Abdo Benítez no le tiene miedo, pero que está ahí inquieto, malhumorado, hastiado de tanta corrupción esperando la gota que colme el vaso. Y el vaso está peligrosamente medio lleno.
Pero esa es otra historia.