• Por Óscar Tuma
  • COLUMNISTA

Los espectáculos teatrales continúan en la Cámara de Senadores, lo más triste es que seguirán por un largo tiempo aún, y el protagonista principal seguirá siendo el senador Paraguayo Cubas, cuya actitud la ciudadanía objeta, pero al mismo tiempo la aplaude, aunque parezca una contradicción.

Días atrás, en la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Senadores todo transcurría con normalidad hasta que hizo uso de la palabra el comisario principal Aurelio Marín, jefe de la Dirección contra Hechos Punibles, Económicos y Financieros de la Policía, quien empezó su alocución agradeciendo a “Dios” por estar en esa magna comisión, lo cual enervó al senador Cubas, quien le gritó “Dios no tiene nada que ver acá”, y se inició bochinche.

Los protagonistas fueron varios esa vez, primeramente, la agresión del senador Cubas a los policías que acudieron a la Comisión, buscando el ascenso, después las injurias a algunos senadores presentes; a Fernando Lugo a quien lo acusó de “guerrillero” y “putañero”; a la senadora Lilian Samaniego a quien la trató de “pelotuda” y “lesbiana”, para luego iniciarse el tumulto generalizado. Pero la cosa no acabó ahí, ya que días después el espectáculo lamentable se trasladó al pleno del Senado.

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Le preguntaba a un sociólogo, con quien compartí un acontecimiento social días atrás, a qué se podía atribuir los atípicos momentos, de público conocimiento en el Senado de la Nación, y me respondió que allí son pocos los que tienen la posibilidad de reclamar algo al senador Cubas, y los que pueden hacerlo se ven arrastrados o absorbidos por el cuerpo colegiado tan degradado. Continúo diciéndome que la gente aplaude y aprueba esa actitud patotera que raya lo delictual por la presencia de personajes ligados con secuestradores, corruptos o integrantes de clanes familiares que se hicieron ricos gracias al poder, lo cual hizo que llegue al hartazgo la paciencia ciudadana, incrementando el malestar el evidentemente mal manejo de la cosa pública que se da, en ambas cámaras del Congreso.

Por eso, resulta lógica la paradoja –que escribía al inicio– que la ciudadanía objeta y aplaude al mismo tiempo la conducta del senador Cubas, que se debe indudablemente a la presencia de algunas “autoridades” en el Congreso y en altos cargos, que: violan impunemente la Constitución que el soberano sancionó y promulgó y a cuyo cumplimiento todos están obligados; se mofan del pueblo haciendo ostentación de bienes cuyo origen es dudoso o imposible. Por este motivo tardaron tanto tiempo en suspender al senador Cubas cuando existía méritos suficientes para ello hace meses.

La coyuntura social en nuestro país no va a cambiar, hasta que la ciudadanía se vea representada por la mayoría de sus legisladores y para que ello ocurra, urge aplicar la ley para todos, desde el más encumbrado hasta el más humilde ciudadano, y cuando ello ocurra los partidos políticos van a tener depuradas sus listas y no habrá lugar en ella para impresentables.

Es momento que la clase política reflexione y entienda que tiene cansada a toda la ciudadanía. Los filósofos griegos entendían la actividad política como la búsqueda del bien común, pero hoy la visión y la práctica es totalmente diferente, generándose el hartazgo ciudadano. En todo el continente presidentes y altas autoridades están siendo encarcelados y condenados a pena privativa de libertad por corrupción, y nosotros tenemos autoridades procesadas y corruptas paseando como si nada pasa.

Vamos a seguir cayendo, y no nos tiene que asustar, y mientras antes toquemos piso mejor, porque una vez en el fondo se activarán los mecanismos naturales de defensa dándose inicio a un proceso natural de transformación política, siendo esta la única manera de poder levantarnos nuevamente, porque si no lo hacemos, nada va a cambiar. El proceso de transformación será doloroso y hasta peligroso, pero es necesario por el bien del país.

La clase política debe tomar la decisión como lo hacen las águilas cuando llegan a cierta edad. ¿Qué hacen las águilas?, llega un instante en su larga vida que debe tomar una decisión entre dos alternativas: dejarse morir o enfrentar el doloroso proceso de renovación. Bueno, es hora de renovarnos por el bien del país, porque de lo contrario seremos los responsables de muchos más Payo.

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