- Por Felipe Goroso S. – Analista.
- Twitter: @FelipeGoroso
La historia de Eduardus Pettus dice que era un orgulloso soldado romano. Historiadores expertos de la época dicen que la primera de las características prevalecía a las dos, pero serán las malas lenguas. No le demos importancia.
Eduardus Pettus era experto en librar batallas, muchas de ellas terminaron en guerra. Al no ser muy afecto a la disciplina le costaba bastante ser parte de una legión, entonces optaba por librar esas batallas en soledad. Forjó su imagen de guerrero en un escenario de permanente confrontación, es ahí donde se sentía cómodo. Ese es el terreno que conocía y donde se desempeñaba como pez en el agua.
Eduardus Pettus llegó al Senado de la República Romana gracias a cónsules a los que prometió lealtad; sin embargo, al poco de asumir prefirió rendir pleitesía a otros líderes dentro del Senado. Con el advenimiento de la Monarquía, instalada por el emperador Maritus Abdus, Eduardus Pettus sonrió con cierta sorna, ya que era tanta la confianza que se había granjeado con el emperador que estaba seguro que integraría su primer anillo. Y el emperador no lo decepcionó y lo nombró encargado de todos los grammaticus de Roma. Era el momento en que Pettus debía abandonar su perfil guerrero. Algo bastante difícil para un soldado que gozaba con cada batalla y guerra, sin importar que las mismas sean factibles de ganarse o no.
Y Pettus asumió el cargo, pero sin dar señal alguna de abandonar su hábito: librar todas las batallas posibles y cuando no había batallas, había que inventarlas. Desde listados de grammaticus que supuestamente no cumplían con su función, hasta luchas intestinas con la que había sido designada su segunda en el cargo, llegando al súmmum cuando los niños romanos quedaron sin clases por su propia falta de previsión.
Fue tanto el empeño que le puso Pettus a las batallas que se olvidó de lo importante que era una gestión eficiente para los romanos. Los libros de historia cuentan que Pettus será recordado por ser un buen soldado para las conquistas de territorio que el emperador emprendió, pero un encargado de grammaticus bastante limitado. No se menciona cómo terminaron sus días, pero llegó a un punto en que los historiadores mencionan como de quiebre que fue cuando el protagonista tuvo ínfulas de ser más emperador que el propio emperador. Lo único seguro es que Eduardus Pettus no era de la escuela del gran maestro de la oratoria, Cornelio Tácito, que decía que “el poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos”. Y si había alguien que entendía de política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, era el bueno de Tácito.