• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en la Argentina

José Álvarez es un desocupado que en la Argentina –durante 72 horas– logró ser trend topic (tendencia) regional en la red Twitter con una mentira. Contó en la radio de su pueblo, Nogoyá (370 Km al norte de Buenos Aires y 1.000 Km al sur de Asunción), que había encontrado un maletín con 500 mil dólares que un empresario olvidó en una camioneta, que decidió devolverlo y que no quiso recompensa alguna por su buena acción. Solo pidió trabajo. José, finalmente, una vez más ante la misma radio confesó: “Fue todo falso para conseguir un trabajo en blanco. La necesidad te lleva a un extremo y a mí se me dio por mentir”.

Luego, con los reflectores de la tele argentina sobre su cara encegueciéndolo mientras le interrogaban inmisericorde, explicó más: “Estaba en un casa abandonada, solo, cuando se me ocurrió toda la mentira. Estoy desesperado. Lo estudié y lo estudié todo muchas veces para decir lo mismo en todos los medios. Estuve concentrado. Ayer a las 3 de la mañana me quebré”.

No alcanzaron sus palabras para contener la tormenta de opiniones que –tanto con el comienzo como, mucho más, con el final– provocó con su relato mentiroso que fue noticia, desde el inicio, sin que nadie verificara la historia. Unas pocas horas después de la catarsis colectiva, casi nadie menciona al changarín José Álvarez, protagonista central de una enorme fake new, de un gran bulo, de una tan pequeña como trascendente mentira. La repercusión de su acción lo excede.

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Alguna vez, Gabriel García Márquez, en 1997, en el semanario argentino “Radar”, señaló que “la calidad de la noticia se ha perdido por culpa de la competencia, la rapidez y la magnificación de la primicia” y agregó: “A veces se olvida que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor”. Da para otro debate, seguramente.

Sin embargo, el bolazo de José –como la parábola del “Pastorcito mentiroso”, que se atribuye a Esopo– tal vez tenga sentido, en el futuro cercano, recordarlo. En los próximos meses, en Latinoamérica, la ciudadanía de cinco países elegirán sus presidentes. Panamá, en mayo; Guatemala, en junio, y, en Uruguay, Bolivia y Argentina, en octubre. Momentos de decisión, por cierto. Y una buena parte de esos procesos decisorios habrá de pasar por el acceso a la información pública y aquellas informaciones que cada una de las candidatas y candidatos decidan compartir con los electorados para llevar sus voluntades hasta las urnas en beneficio propio.

La “fiesta de la democracia” –como con razonable criterio suele llamarse en la región a los días con elecciones luego de décadas de tan oscuras como crueles dictaduras– podrían tornar en jornadas de pesada digestión. La comunicación política –apoyándose tanto en técnicas aceptables como en non sanctas que ninguna o ningún postulante admitirá que aplica– cada día se aleja más de satisfacer la demanda informativa de los electorados que en cada posible cambio de gobierno solo imagina que un futuro mejor será posible.

Las promesas de campaña, no siempre suelen cumplirse. De esos incumplimientos seriales se suele responsabilizar a “contextos internacionales desfavorables”, a “los que colocan palos en las ruedas”, a “los conspiradores de siempre que quieren conservar sus privilegios”, a “la volatilidad de los mercados”, a “la caída en los precios de los commodities o materias primas que son bienes transables en el mercado de valores”, bla, bla, bla… Por repetitivas, las consignas de campaña al igual que los justificativos de gestión fallida, tienen el pestilente aroma de las ciénagas en donde se ahogan las ilusiones populares.

Entre los atenuantes para con José que circularon en las redes (mal llamadas “sociales”) se destaca el que muchos consignaron piadosamente: “Mintió para conseguir trabajo”. No parece único su caso. Nada permite pensar tampoco en que sea el último en todos los niveles sociales.

Quien quiere leer, que lea. Quien quiere entender, que entienda. Quien quiera oír, que oiga. Como decían las abuelas, cuando no disponían de Whatsapp: “En boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso”.

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