Sin lugar a dudas, los partidos tradicionales del Paraguay viven su momento más crítico en la historia de la transición, pues muchos de sus dirigentes, quienes accedieron a cargos electivos mediante el voto popular y directo, han caído en el desprestigio porque en vez de servir al pueblo se sirven de él. Los nombramientos sin concurso en la administración pública de parientes y amigos, con salarios indignos, son señales inequívocas de una podredumbre inaguantable que se respira en los pasillos de las instituciones dependientes del Poder Ejecutivo, el Poder Judicial y ni qué decir del Poder Legislativo.

Esa podredumbre está llevando al límite de su paciencia al pueblo, que en la medida que puede reacciona de tanto en tanto para alzar su voz de protesta ante la barbarie del abuso del Estado de autoridades que se aprovechan de su posición con increíbles autoaumentos no solo para ellos, sino también para aquellos amigotes que hicieron posible su derecho a sentarse en el poder.

En realidad, lo que hacen es rifar los pocos recursos del Estado en perjuicio directo de una ciudadanía en su mayoría compuesta por niños y jóvenes. Esta población necesita con urgencia una mayor calidad de vida, en educación, en salud y en generación de empleos. Sin embargo, gente como Miguel Cuevas –es solo un ejemplo, ya que hay cientos como él– frena toda posibilidad de achicamiento a futuro del Estado y por ende atrasa por años la reducción de los llamados gastos rígidos, con los que se va el 90% de los impuestos recaudados. Es por eso que si seguimos así, las esperanzas de que esos segmentos reciban una mejor atención a su salud y educación es una utopía, al menos a corto y mediano plazos.

No sé si peco de iluso o no, pero quiero creer que tantos desmanes y desprolijidades en el manejo de la cosa pública, en apenas el arranque del período gubernativo, están siendo hechos a espaldas de Mario Abdo Benítez, y quiero creer que ubicó a los amigos de dudosa capacidad administrativa en los puestos clave solo para “quemarlos” en el arranque y que está haciendo la “vista gorda” esperando una brutal reacción de la gente y así reunir las fuerzas para luego cortar las cabezas y poner a honestos y capaces en esos puestos.

Cuando uno observa el bosque del Gobierno y se toma la molestia de hacer un “zoom” sobre cada uno de los árboles que lo componen, se divisan muchos troncos secos y sin hojas que poco o nada de sombra pueden ofrecer para enriquecer el entorno. Entonces, un bosque con árboles sin follaje es sinónimo de desierto a largo plazo. En suelos tan pobres, las honrosas excepciones que están de pie no lograrán llegar a la primavera, se marchitarán y serán devorados por el resto. Es la ley implacable de la naturaleza.

Pero Mario Abdo es también una víctima porque él es producto de un liderazgo curtido con dogmas y principios que datan de la vieja escuela. Eso es lo que aprendió desde chico y no se apartará de ello, pues será como traicionar su pasado. Eso se percibe en la manera de ejercer el poder y en la continuación de un modelo de construcción de lealtad sobre la base del prebendarismo. En este esquema, los innovadores y modernistas tienden a estrellarse. Es por eso que sospecho que en este gobierno será muy difícil avanzar en la reforma agraria y una solución de fondo de la pobreza extrema.

Como en el ADN de muchos de sus dirigentes está la “firmeza”, es muy probable que este gobierno siga en la senda de la mano dura para combatir la delincuencia organizada, pero no lo es todo, ni alcanza. El EPP sigue causando terror y la delincuencia callejera va en aumento. Solo estas dos cosas tienen mayor impacto económico en el país que la expulsión a países vecinos de un delincuente cada muerte de obispo. Los verdaderos problemas no son analizados de fondo como, por ejemplo, encontrar una solución a los 400 asentamientos urbanos irregulares de Central, que son una bomba de tiempo.

Perdemos tiempo en cuestiones baladíes y se hacen shows mediáticos de pequeños aciertos como medidas efectistas, pero los problemas siguen allí. La falta de transparencia y honestidad es un grave problema de este gobierno. Si no rectifica estas falencias en breve, la gente no va a tolerar y tendrá frente al Palacio de López a miles exigiendo justicia.

Por estas consideraciones, en las que me detengo por falta de espacio, es que creo que en Paraguay deben surgir nuevos valores (hombres y mujeres), honestos, capaces, con otra mentalidad, con ideas claras e innovadoras, que puedan llevar las riendas de un país joven que pide a gritos conductores a la altura de sus necesidades y del futuro que nos espera. Los partidos tradicionales tienen un gran desafío por delante: la formación de verdaderos líderes.

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