- Por Alex Noguera
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Con esto del calentamiento global y los gases de efecto invernadero, quizá el aire de la atmósfera se haya vuelto irrespirable, al punto que hasta los líderes mundiales se transforman en seres nerviosos y muy peleones.
Este mes se cumplirán dos años de que Donald Trump asumiera la presidencia de EEUU y desde entonces casi provocó una guerra nuclear con Rocketman, como “cariñosamente” definiera a su bipolar amigo Kim Jong-un. Desde el 20 de enero antepasado no hubo un momento de paz en el planeta. Precisamente el norcoreano fue el primero en empeñarse en exhibir al mundo su poderío militar mediante desfiles y pruebas atómicas.
En estos últimos tiempos también se mostraron los colmillos el líder chino Xi Jinping y el estadounidense, quienes mantienen una guerra comercial, por ahora, disparándose mutuamente aranceles, incrementando un conflicto que llegó a su pico con la detención de Meng Wanzhou, directora financiera Huawei.
Otro que no se queda atrás es el presidente ruso Vladímir Putin, quien la semana pasada hizo alarde de su misil hipersónico Avangard, “por si acaso nomás” alguien quiera pasarse de la raya. Antes organizaron con China las mayores maniobras militares conjuntas de la historia.
Pareciera como destino inexorablemente el rearme y el militarismo. Incluso, el ejército chino ahora citó sus tres prioridades para este 2019: “aumentar los entrenamientos, avanzar en alta tecnología y prepararse para la guerra”.
Con paciencia, La Muerte comenzó a afilar su guadaña en Siria y en otros países árabes con la sangre de miles de inocentes víctimas del Estado Islámico y con la forzosa migración de desesperadas familias, cuyos miembros llegaban a las costas europeas en botes o ahogados.
Los médicos no encuentran cura para esa enfermedad llamada terrorismo y la epidemia se trasladó a las principales capitales del Viejo Continente, con ataques suicidas que antes solo eran noticias lejanas por televisión.
Ni la religión queda inmune al mal, ya que la masiva entrada de fieles islámicos provoca la reacción de los cristianos. Las clásicas Cruzadas de antaño que pretendían conquistar Jerusalén tomaron hoy una dirección contraria y la batalla ya no se libra en Oriente sino que se trasladó a Occidente.
En nuestra región los otrora grandes y poderosos líderes de izquierda son historia. De los Kirchner, Chávez, Lula, Dilma, Bachelet, Mujica, solo quedan Morales y el desacreditado Maduro. Este año es muy importante ya que se prevén elecciones presidenciales en 6 países: tres de izquierda (Bolivia, Uruguay y El Salvador) y tres de derecha (Argentina, Panamá y Guatemala), por lo que podría cambiar el escenario político.
Hasta ahora, con excepción de Tabaré Vázquez, una generación muy distinta transita esta nueva era, con Macri, Piñera y ahora Bolsonaro, a la cabeza de las mayores economías de América del Sur.
Tras hipotecar el país, el panorama del argentino es muy duro, con descontentos sociales; cruzando los Andes el conflicto mapuche tiende a agudizarse y en Brasil las narcobandas criminales también se preparan para la guerra.
A Bolsonaro le gustan las armas. Está de acuerdo con que los civiles las porten y no descarta tener una base militar estadounidense. Es radical y tiene mano dura.
En Paraguay... en Paraguay el amor por las armas ha vuelto por parte de las autoridades de turno, a tal punto que el presidente Abdo consintió que su hijo menor de edad iniciara su vida por la vereda de la milicia.
¿Cuál es el mensaje que recibe la ciudadanía? Quizá quiso demostrar que hacer el Servicio Militar es lo correcto, lo que contradice la posición de miles de jóvenes paraguayos que forman fila para declararse objetores.
Tal vez Marito quiera enseñar sobre la formación espartana, en la que a los 7 años los niños eran separados de su familia y entregados a una “agelé” o especie de unidad militar infantil, en la que eran formados en el uso de las armas y donde se los alimentaba con el “caldo negro”, una mezcla de sangre, vino y menudencias.
Bueno, el hijo de Marito no va a probar ese menú. Seguro que sí el locro y el saporó, para saberse “hombre”, pero sospecho que ni un solo cabo o general se va a animar a ordenarle a que realice tiburones ballena como al resto, ni “descuerearle” hasta que reviente bajo el riguroso sol estival.
¿Cuál es el mensaje? ¿Ser militar entre algodones, lejos de los peligros naturales de los cuarteles? ¿Hacerle creer al hijo que su paso por el Cimefor es el mejor? ¿Mostrar que no es un “común” o que sí lo es... pero protegido?
En este mundo enfermo de odios, al menos los niños deberían quedar fuera de las armas y dedicarse a escribir su cartita a los Reyes Magos.
Deberían agradecer por la familia, por el amor, y pedir de regalo aves en el cielo y flores en el campo, que cada vez son menos.