Corea, principios del Siglo XX. Provincia de ocupación del Imperio Japonés. En una aldea de pescadores, la adolescente Sunja, embarazada de un hombre casado, se enfrenta a la ruina. Isak, un joven Pastor, le ofrece casarse con ella, y emigrar a Osaka, Japón, donde vivirán en condiciones paupérrimas con el hermano de Isak, Yoseb, y su esposa Kyunghee.

Isak es encarcelado injustamente. Deja a Sunja sola con dos niños diametralmente opuestos, el estudioso Noa, y el travieso Mozasu. Pese a las objeciones de Yoseb, las mujeres logran sacar adelante a la familia gracias a su negocio de venta de encurtidos. Hasta que Sunja descubre que deben su supervivencia a Hansu, el padre de Noa, quien con el poder que le confiere ser miembro de la Yakuza, la mafia japonesa, mueve los hilos para salvarlos de la pobreza, de la escasez durante la Segunda Guerra Mundial. De lo que pasa cuando las bombas caen sobre una ciudad hecha enteramente de madera y papel. Pesa como una gigantesca sombra sobre ellas la frase repetida infinitamente por la madre de Sunja: “El destino de una mujer es sufrir”.

Noa consigue estudiar literatura, y Mozasu se propone ganar dinero. Ambos terminarán relacionados con la industria del Pachinko, el juego más popular de Japón, pero que regentan los coreanos y es su único mecanismo de adquirir algo de prosperidad y poder. Son la base de la ludopatía japonesa, y dedicarse a ello está muy mal visto, lo que suma al desprecio por los coreanos, aún aquellos que, como Mozasu, crean su propio imperio.

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Pachinko cuenta eso, la historia de inmigrantes coreanos viviendo en Japón, donde su origen siempre será un estigma social y legal. Hasta los nacidos en Japón son considerados extranjeros, los niños de catorce años deben inscribirse como coreanos al llegar a esta edad. No son siquiera ciudadanos de segunda, porque simplemente no son ciudadanos. La historia de todos los inmigrantes, ayer y hoy. De aquellos a quienes la historia siempre les falla; pero, sin embargo, siguen adelante.

En el juego del Panchiko, similar al Pinball, una pequeña pelota gira sobre un tablero esperando llegar a un destino. En esta novela, algo similar ocurre. Las historias de los personajes, vivos y muertos, giran las unas sobre las otras, intentado liberarse; pero siempre hay alguien que manipula la máquina para hacerlos apostar una vez más.

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