• Prof. Dr. Miguel Ángel Velázquez Blanco (Doctor Mime)
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Dícese que uno está “de la cabeza” cuando hace cosas sin razón, cosas locas, sin sentido. Sin embargo, nada con más sentido y razón que querer adentrarse en el funcionamiento de tu mejor órgano, del que te hace ser superior, rey de la creación, especie dominante en este pedazo de materia flotante en el infinito universo y que llamamos planeta Tierra. ¿Qué puede estar “de la cabeza” al querer conocer más del cerebro? Conocer algo más profundamente nos hace dueños de ello, nos ayuda a derribar los límites que nuestra propia ignorancia nos pone al respecto y nos da las herramientas (sobre todo) para cuidarlo mucho mejor. Conocer ese montón de tejido con la consistencia de un flan que pesa poco menos de kilo y medio (100 gramos más en el hombre que en la mujer, pero no me tilden de machista por decir esto: es que los hombres tenemos más agua, por ello la diferencia), muy arrugado en su superficie para de esa manera aumentar su superficie útil, la de su corteza que es la verdadera razón de la maravilla, es fundamental para entender por qué somos lo que somos.

Este centro de control de cuanta sensación existe, pero que paradójicamente no siente dolor (la escena famosa de la segunda parte de la trilogía de Hannibal Lecter, donde Ray Liotta es obligado por Anthony Hopkins a devorar parte de su cerebro es totalmente factible, aunque repugnante), es una fuente de energía tal que si consideramos la potencia que tiene al arrancar de mañana inmediatamente al despertarnos, puede por sí solo encender un foco de 25 watts... aunque sea lunes. Las neuronas, esas maravillosas cuan microscópicas razones del milagro cerebral, no son solamente fascinantes en su capacidad funcional, sino también apabullantes en su número: se calcula que en cada cerebro humano existen cien mil millones de neuronas (sí, un cien seguido de nueve ceros), lo cual de por sí es asombroso, pero quizás lo sea más si sabemos que si ponemos a estas neuronas una tras otra en fila india, alcanzarían la friolera distancia de mil kilómetros. Y si a esto sumamos que cada neurona puede establecer hasta cien mil uniones con otras neuronas, las posibilidades de combinaciones serían poco menos que infinitas.

Mucho podemos hablar, y mucho más lo haremos en esta columna semana a semana. Porque los que amamos conocer más del cerebro y su funcionamiento, definitivamente estamos de la cabeza...

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