- Por Fernando Filártiga
- Abogado
La retención de un vehículo muver en el corralón municipal como parte de un proceso de verificación bastante atípico y la polémica sobreviniente han escalado el conflicto entre la comuna y MUV. Mientras para la municipalidad MUV funciona en forma irregular, la empresa defiende su actividad como una intermediación de servicios amparada en los principios constitucionales de licitud y libertad económica. Entretanto, la incertidumbre se apodera de los usuarios y de la gente de bien que encontró en el sistema una forma honrada de ganar dinero extra.
Por encima de las circunstancias particulares, el caso ilustra un enfoque regulatorio equivocado. Que la municipalidad salga a la caza de los muvers munida de preconceptos, sin un marco regulatorio renovado y adaptado al modelo de negocios que suponen, es precisamente la antítesis de la postura que las autoridades deben asumir ante los productos y servicios basados en la innovación.
Antecedentes. MUV es una aplicación de transporte alternativo inspirada en Uber, con la función principal de intermediar entre personas que quieren desplazarse de un lugar a otro y quienes las trasladan en sus vehículos particulares por un precio.
Para el usuario el atractivo está en la comodidad y agilidad del sistema, el costo y las facilidades de la aplicación; para el conductor es una oportunidad de ganar dinero en forma independiente, así como de rentabilizar tiempo ocioso con capital propio y una inversión mínima.
Mas para otros actores tradicionales del mercado, los muvers son una competencia desleal que amenaza extinguirlos. De allí la campaña de oposición del gremio de taxistas que incitara el prurito regulatorio municipal.
Regulación. La experiencia de otros países donde las plataformas de transporte alternativo también han experimentado un auge de popularidad y la oposición de los actores tradicionales sugiere que a la larga la regulación es el camino. La ciudad de Nueva York, donde Uber y Lyft se han vuelto más indispensables que los legendarios taxis amarillos, aprobó en agosto un paquete de normas para el transporte alternativo que comprende desde la limitación de vehículos en circulación hasta salarios mínimos para conductores a partir de enero.
En efecto, la intención de normar nuevas tecnologías o productos innovadores basados en ellas suele tener motivos legítimos como garantizar condiciones de seguridad, calidad, protección al consumidor y algún componente tributario. Pero es mejor hacerlo en armonía con los sujetos de la actividad regulada, no declarándoles la guerra. Al tratarse de soluciones innovadoras, los creadores son la primera fuente de consulta de la autoridad. Y el tiempo es otro buen aliado: volviendo al ejemplo de Nueva York, la ciudad contempló el negocio por casi 8 años asegurándose de comprender todas sus aristas antes de aprobar el paquete de agosto.
La Municipalidad de Asunción erró en el enfoque y actuó precipitadamente. Tras la avalancha de críticas por el episodio del corralón, en un tímido comunicado de prensa terminó reconociendo: “La particularidad del componente de innovación tecnológica que ofrece MUV no está lo suficientemente desarrollada por nuestro sistema de normas”. Una versión algo distinta a la del funcionamiento irregular o ilegal que había motivado salir a la caza de sus conductores, ¿no?
Como sea, lo cierto es que los desafíos regulatorios asociados a nuevas tecnologías se deberían encarar en coordinación con sus desarrolladores, evitando desde luego la captura del regulador. Más aun tratándose de soluciones de impacto social, pues MUV y similares plantean una alternativa al sistema de transporte público que no da abasto y a conducir más vehículos por las congestionadas calles de Asunción.
Si la intención es nivelar el campo de juego, debe nivelárselo para arriba y que los actores tradicionales se esfuercen en adoptar los atractivos de la competencia. Por ejemplo, en Buenos Aires la Legislatura recién modificó su Código de Tránsito y Transporte para obligar a los taxis a vincularse con alguna aplicación móvil y permitir a los usuarios el pago con tarjetas de crédito. Y mejor aun si los propios taxistas tomaran voluntariamente estas medidas para mantenerse competitivos. En las grandes ciudades de los Estados Unidos, los servicios de taxi ya migraron al mundo de las aplicaciones.
En suma, la experiencia de MUV y aplicaciones de transporte alternativo plantean un test sobre cuán capaces son nuestras autoridades, no solo municipales, de generar un entorno adecuado para la innovación. Si su idea es sacrificar el atractivo de los nuevos productos y servicios en el altar de los actores tradicionales, reprueban. Lo correcto es generalizar en lo posible los avances de la tecnología al tiempo de garantizar una experiencia segura y conveniente al consumidor. Ir hacia adelante y de la mano con la innovación.