• Por Felipe Goroso S.  
  • Analista
  • Twitter: @FelipeGoroso

El domingo pasado, una población hastiada de la corrupción, en busca de alguien “nuevo” que la ayude a sobreponerse de niveles de inseguridad insospechados elegía a Jair Messias Bolsonaro como su presidente. Luego de un ciclo de cuatro victorias consecutivas, el Partido de los Trabajadores dejaba el poder. Poder al cual aún tenía esperanzas de retomar luego del juicio político que puso a liderar al gigante sudamericano al que había acompañado a Dilma Rousseff como vicepresidente en la chapa: Michel Temer.

No implicaba novedad, todas las encuestas lo daban como ganador (en Brasil, las encuestas sí funcionan). Ganaba el candidato que había jugado por fuera de los partidos tradicionales y que se había construido para sí la generalizada percepción de ser “la novedad”, a pesar de venir ganando elecciones para cargos legislativos desde la década de los ochenta. Nota de este asesor político: contratar encuestadores brasileños para las próximas elecciones.

La reacción en redes y medios no se hacía esperar. De hecho, los niveles de dramatismo venían subiendo desde mucho antes de la primera vuelta para la que ya Bolsonaro venía perfilado como favorito. Y no solo ganó en primera vuelta, Jair tuvo la osadía de ganar el balotaje y lo hizo nada más y nada menos que ante el que había sido digitado por el todo poderoso Lula da Silva: Fernando Haddad. Analistas, cadenas de televisión, portales de noticias, columnas; todos nos pintaban que un verdadero apocalipsis estaba en ciernes, no solo en Brasil, sino en el mundo entero. Similar escenario nos pintaban lo mismo cuando ganó Donald Trump.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

El componente que mencioné días pasados en la 970 AM, pero que no muchos se animan a decir es que hay un alto componente de todos estos análisis de escenarios que viene cargado del componente ideológico de las líneas editoriales de los medios de comunicación y que lo que en realidad sobrevuela es el “fear factor” o el “cháke kuku lele, que no le pase a nuestro país lo mismo que al pobre Estados Unidos,o al pobre Brasil”.

Sin embargo, estoy convencido de que el pueblo sabe. El pueblo americano votó a Trump con la esperanza de que el controvertido empresario de bienes raíces lo lleve a mejores días. Que haga una América grande otra vez. El pueblo sabe, el pueblo mexicano votó a Andrés Manuel López Obrador cansado de la fantasiosa dicotomía que le planteaban el PRI y el PAN, sabiendo que no había diferencias de fondo y que esta vez había que votar a “algo distinto y nuevo”, como decían varias mediciones.

El pueblo sabe, el pueblo brasileño votó a Bolsonaro por algunas de las razones que ya expuse más arriba. Hay una ley de la política que capaz nos ayude a entender mejor: el pueblo vota a aquel que se le parece. La prefiero mil veces antes que a la odiosa y pedante frase “cada pueblo tiene el gobernante que se merece”.

Es muy probable que sigamos viendo acontecimientos electorales similares en el mundo, el continente y por qué no en Paraguay, si es que nuestros partidos políticos no asumen su –a estas alturas– imperiosa necesidad de reinventarse y reposicionarse con un enfoque en los nuevos tiempos, nuevos y mejores contenidos, nuevos formatos, nuevos electorados y, sobre todo: nuevas formas de Comunicación Política y Electoral. En síntesis, que evolucionen.

Es lo que se espera y el llamado que vengo haciendo desde esta columna desde que me dieron la oportunidad de escribirla. De no producirse, que no chillen después. Desde acá habremos cumplido con la tarea de advertirles que de eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a. Y no se olviden, el pueblo sabe.

Déjanos tus comentarios en Voiz