• Por Guillermo Ramírez
  • Gerente de GEN 

Esta semana lanzamos desde GEN una campaña llamada #QueNoVuelva, la misma es una respuesta editorial a los intentos de un grupo de dirigentes colorados de repatriar los restos del ex dictador Alfredo Stroessner y darles reposo final en suelo paraguayo. Ya en el 2012 su nieto Alfredo “Golí” Stroessner había intentado esta repatriación sin éxito. En esta oportunidad es la figura de Manuel Modesto Esquivel la encargada de la campaña de marketing para el retorno del general. Esquivel fue director de Correos en la última etapa del gobierno de Stroessner y es un abierto defensor de los 35 años de su dictadura.

¿Por qué lanzamos esta campaña? Porque creemos que el lugar de Alfredo Stroessner en suelo paraguayo era en el banquillo de los acusados, respondiendo por los crímenes cometidos durante su mandato. Al morir en el exilio se libró de su derecho a un juicio justo en el cual dar explicaciones por los desaparecidos, torturados, asesinados, detenidos arbitrariamente, perseguidos y exiliados.

No tuvimos la oportunidad, como país, de exigirle la devolución de las más de 8 millones de hectáreas entregadas a los parientes y amigos del poder, entre otras tantas cosas. Alfredo Stroessner no volvió para someterse a la Justicia, entonces no debería volver.¿Nos afecta como sociedad el retorno de sus restos? Si miramos desde la óptica de las miles de familias víctimas de su puño de hierro, sí. Si lo hacemos desde la metafísica del valor de los símbolos también, ya que pretenderemos cerrar un círculo que está roto.

También podemos argumentar, claro, que la familia tiene todo el derecho a esta repatriación y probablemente sea cierto, y podemos decir que unos huesos no hacen nada, que nuestros problemas son otros, y quizás también esto sea correcto. Yo prefiero concentrarme en el contenido del debate generado a partir de la publicación de nuestra campaña.Los comentarios en redes sociales fueron mayormente a favor del régimen dictatorial de Stroessner con la misma canción de siempre.

Que antes se vivía mejor, que las ventanas estaban abiertas, que no había motochorros, que no había derechos humanos que protejan a los bandidos y a los homosexuales. Y creo que esto es lo más importante de todo este caso de la posible vuelta, nuestro país sigue estando tremendamente ligado cultural y emocionalmente a la dictadura más larga del continente.

¿Es esto una sorpresa? Claro que no, basta mirar al Palacio de López nada más para comprender la magnitud de la cercanía del estronismo a nuestra realidad. Cuenta la leyenda que cuando “El Rubio” veía la asunción presidencial del general Andrés Rodriguez masculló con humor un “ahí solamente falto yo, después están todos” y tenía mucha razón. Stroessner se fue, pero los estronistas se quedaron y siguen estando, en las élites empresariales, en la política, en los medios de comunicación, en las calles, en los sueños de un pasado mejor.

El mito de Stroessner es mucho más grande que su realidad, sus obras palidecen y se tornan minúsculas cuando son contrastadas con la duración de su mandato y el enorme precio pagado en forma de un Estado para los amigos; sin embargo, ese mito, como todos, sigue viviendo en la emocionalidad de un pueblo que no encontró en la democracia las respuestas prometidas.

La incapacidad de los líderes democráticos perpetúa el mito del Gran Hombre, del Salvador de la Patria. Y es bastante inocente pensar en que esta misma democracia será la encargada de enterrar al mito cuando está conformada por varios de los que aún deslizan un dedo sobre su foto soltando un suspiro de añoranza.Desde GEN vamos a seguir insistiendo en #QueNoVuelva, pero mientras tanto me quedo pensando, ¿será que realmente se fue?

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