Como el típico iluminado que de pronto cree que es el único que ve la luz, esta semana el nuevo ministro de Justicia, Julio Ríos, anunció que en respuesta a la emergencia penitenciaria propuso la construcción de 5 nuevas cárceles. Así, Ciudad del Este, Salto del Guairá, Canindeyú, Emboscada e Itauguá reforzarán su capacidad de ir sumando presos, lo que ciertamente es una idea poco feliz. Invertir para construir sitios de castigo es una actitud enfermiza, pero deberíamos estar “aliviados”, ya que las obras se adjudicarán a través de licitaciones como si demostrar la transparencia del proceso es lo que se debería aplaudir.

Como el niño que con sus crayolas pinta un mamarracho en la pared de la sala y con una sonrisa orgulloso espera la felicitación de su madre, la suma de recursos para seguir reprimiendo a la ciudadanía es desatinada. Y lo peor es que este niño no comprende, no se da cuenta de qué es lo que hizo mal.

La palabra cárcel hoy día está de moda como la guillotina en época de la Revolución Francesa. Todos los aires libertarios celebraban en la plaza la cabeza que cae al canasto. Fiesta de muerte, fiesta de mentes estrechas. Hoy las organizaciones de escrachadores lograron algunas victorias con personajes de la política, lo que pone nerviosos a los eternos delincuentes que gozan de impunidad. En esta fiesta la risa de tontos resuena en los pasillos de la ciudad, pero nada ha cambiado. No hay condenas ni se recuperaron bienes malhabidos. ¿Qué debemos festejar? ¿Inicios de procesos que no sabemos cómo acabarán? ¿La demostración de poder del pueblo? ¿La humillación de los detenidos que es tapa de diarios? Hasta ahora la obra teatral es más una pantomima, un clásico libreto repetido de pan y circo que busca distracción en lugar de soluciones.

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El sistema judicial es obsoleto, con autoridades que juegan con crayolas muy caras pagadas por los ciudadanos. Pintan grandes frescos en el interior del Palacio de Justicia, inspiraciones monumentales de contrasentidos. Por un lado, pregonan la igualdad ante el sistema, pero cuando un supuesto pez gordo es descubierto se lo deriva a la Agrupación Especializada o a Viñas Cué. Dicen que es para proteger su integridad. ¿Y el ladrón de gallinas o de celulares no tiene el mismo derecho?

Por otro lado, se escandalizan porque existe una superpoblación carcelaria que ronda los 14.000 internos (a los que cada día hay que mantener sin que produzcan nada). No funciona la rehabilitación. Por el contrario, los que son encerrados al poco tiempo mejoran sus talentos delincuenciales y hasta obtienen nuevos socios.

Lo peor es que la mayoría de las personas que están detrás de las rejas no recibieron condena y hasta hay quienes tienen sus plazos caducados y deberían haber recuperado su libertad, pero continúan secuestrados por los funcionarios de Astrea. Secuestrados.

Todos están de acuerdo –y con razón– en que las cárceles comunes están sobrepasadas, en que los internos son demasiados, en que viven peor que animales, mal nutridos y abusados, incluso con su vida en riesgo, ya que los estoques aparecen de a cientos luego de cada requisa. Pero la solución no es crear más penitenciarías, sino condiciones para reinsertar a los reclusos a la sociedad; también desarrollar planes no represivos, sino preventivos, educando en lo correcto, enseñando para que las personas adquieran oficios y sean autosuficientes.

La inversión debe comenzar en el Poder Judicial, donde las huelgas de los funcionarios que “luchan por sus derechos” se hizo costumbre. Pero no aumentándoles el sueldo, muy por el contrario, logrando que todos produzcan resultados, desde el de menor rango hasta los que ocupan el Penthouse.

Y es que allí los plazos son muy diferentes. Hay pausa para desayunar, para leer el diario, para ir a comprar la tortilla enfrente, para tomar tereré, para hacer reuniones y organizar protestas por cuestiones administrativas, para pensar en qué se va a hacer el fin de semana o el feriado. No sienten la cárcel. No sienten lo que sienten los que están privados de su libertad porque este fin de semana se van al Chaco por la carrera y volverán cansados el lunes. Tal vez el martes puedan recuperarse y trabajar el miércoles, pero ya es muy cercano al viernes. Ese sí es un problema, no los hacinados que sobreviven como en campos de concentración de los nazis o peor.

Construyendo más cárceles solo se logrará tener más presos. Esa no es la solución, sino lograr que los que deberían impartir justicia cumplan con su deber, pero no es tarea sencilla hacerles ver que en su burbuja de comodidad no hay que pintar con crayolas, sino ejercer una tarea de vital responsabilidad no solo para honrar a los ciudadanos presos, sino como un mensaje a la sociedad, que está cansada de los niños malcriados que se creen grandes artistas.

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