• Por Augusto dos Santos, analista  

Se publicaba ayer en un medio sobre el sistemático ataque que viene sufriendo el movimiento Honor Colorado y su líder, Horacio Cartes, por parte del nuevo poder del presidente Mario Abdo Benítez desde que ganó las elecciones generales.

El primer acto fue negar su discurso electoral de amistad con HC tras señalar en campaña literalmente lo siguiente: “Qué felicidad (contar con HC y NDF) porque no hay escuela, colegio o academia que te enseñe a ser presidente de la República; ambos presidentes fueron aprendiendo y la experiencia que tuvieron es insustituible. Voy a tener grandes aliados en el Congreso que me van a apoyar porque yo no voy a poder solo”, dijo.

Finalmente, una vez ganadas las elecciones, el presidente Mario Abdo Benítez cambió, borró a HC de su lista de amigos y le dio con un bate de béisbol evitando por todos los medios disponibles que este asuma como senador tras aquel angelical discurso de campaña.

Todo siguió con una descalificación discursiva de todo lo hecho por la administración HC con hostilidades de bajo, mediano y alto perfil y generando también acciones de enemistad innecesarias y desproporcionadas con el ex mandatario como el incidente con Israel o el rechazo al apoyo político que necesitaba la promoción de Arnaldo Franco como senador de la República.

En resumen, el Presidente transmitió durante su primer mes de mandato un mensaje implacable: palos contra el aliado de campaña que fue.

Es difícil verle la hilacha estratégica a semejante apuesta. Es más difícil aún entender las razones por las que el Sr. Abdo Benítez optó por este camino renunciando a la habitual primera fase de un gobierno, la fase nupcial, la que está rodeada de encanto, poesía de poder, miel de aplausos y arroz de feliz matrimonio con todos los sectores. Es raro que sus estrategas optaran por llevarlo por el camino del soldado implacable privándolo de gozar de la etapa cuya hegemonía de poder está basada en el “todo el mundo te ‘quieren’ Romerito”, como dirían los versos de Quemil.

Renuncia a la unidad

El poder de los presidentes tiene un problema de fábrica. El sol les da en el ojo durante casi todo el tiempo. Al suceder esto, tienden a caminar por la vida con la visión reducida –y como si esto fuera poco– con el acompañamiento de entornos de poco talento que solo se dedicarán a aplaudir, incluso las burradas. Con ello decimos que los presidentes tienen todo lo que necesitan para cometer errores.

Un cáncer de los entornos suele ser el sobredimensionamiento del enemigo. En qué consiste esto: el entorno convierte a una suricata en un horrible iguanodonte. Hay gente que puede “vivirle” por años a un presidente solo trayendo malas historias sobre los adversarios todos los días por la estructura que tiene el manejo del poder en la cultura paraguaya, cuyo abrevar informativo se basa en la cultura oral, el ñemongueta con el círculo próximo y no en dossiers como se estila en democracias más norteñas.

Con esto decimos que Abdo Benítez no va a cambiar su posición de construir sin el otro hemisferio del Partido Colorado porque la presión de su entorno es demasiado poderosa.

Optar por gobernar sin paz colorada no es un escenario raro para la última parte del poder, si bien es muy exótico que ello suceda en la primera parte de la ejecución presidencial y, más allá de lo exótico, es peligroso por el desgaste que conlleva.

Mario Abdo Benítez debe tener en cuenta que la unidad de la ANR no es un asunto de incidencia partidaria, sino más bien es un factor clave para la construcción de la línea de base de una gestión. Tal construcción dura a lo sumo año y medio, dos, para que luego se empiecen a observar las estribaciones de las escarpadas cordilleras del electoralismo con sus capítulos: elecciones municipales, partidarias y nacionales.

La ausencia de unidad en la ANR (incluso del PLRA se podría decir ) es una buena noticia para la vereda de enfrente del partido, pero a la larga es un problema de gobernabilidad para los presidentes (y para el país) que terminan metidos en berenjenales difíciles de administrar por el simple hecho de poner a la pasión política criolla a “choferear” en estas empantanadas rutas

Finalmente, se trata de gobiernos, no del campeonato mundial de box. La ciudadanía juzgará a los gobiernos por sus obras, no por las peleas libradas.

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