Por Antonio Carmona

En medio de la dicotomía política bipolar, Oficialismo vs. Oposición, en tiempos de la dictadura los abusos de autoridad y las violaciones constitucionales eran practicados por el dictador y sus secuaces, como corresponde, que escribían la Constitución o las constituciones sucesivas, adaptándolas a gusto y paladar del absolutismo estronista que se resumía: “Para qué somos los que mandamos si no hacemos lo que queremos”.

En ese entonces, se recurría a instituciones y organismos internacionales para reclamar internacionalmente los abusos; hoy se han dado vuelta las cosas en un marco a la inversa de irracionalidad, que resalta una cierta esquizofrenia política. Son los opositores los que tratan de acomodar la institucionalidad a su medida.

Tuvieron que ser los observadores internacionales, preponderantemente observadoras, como las de la Unión Europea, quienes tuvieron que decirnos que las elecciones habían sido correctas y que no había irregularidades y, mucho menos, fraude, como predicaban los perdedores pretendiendo que se les regalara la Presidencia de la República que habían perdido en las urnas, legal y constitucionalmente hablando.

De hecho, la Justicia Electoral, el órgano constitucional encargado de las elecciones, con un bien ganado prestigio nacional e internacional, ya había dado su veredicto, una vez más, inapelable.

Pero lo mismo la “oposición”, ese órgano político que se opone al oficialismo, es decir al coloradismo, tal cual durante la dictadura, lo único que supo hacer fue plaguearse, solo que con una contra: los organismos internacionales respaldaron, como vienen respaldando el proceso democrático paraguayo, aunque siempre ganen los mismos. Hasta con la llamativa paradoja que la principal lucha política sea entre bandos del mismo Partido Colorado.

Ya no es un problema que en el “oficialismo” haya un poder absoluto, sino que en la llamada oposición hay un no poder absoluto, resumido en la denuncia, en el pataleo; resumido en que en vez de organizarse tratando de buscar cierta mayoría coherente se empecina en las luchas internas para lograr la hegemonía de los opositores entre sí y recurriendo después al pataleo para tratar de ocupar espacios en la oposición.

Es un vicio, una especie de obsesión con el internismo que limita la posibilidad de convertirse en la alternativa del poder al coloradismo que, más mal que bien, se la apaña y amaña para mantener cierta preeminencia y conservar el gobierno.

Ni siquiera llegando al poder con una alianza estrambótica, pero triunfadora, los de la “oposición supieron mantener cierta coherencia y cierta unidad para seguir siendo opción. Los derrotó el internismo, con parte de sus propios aliados antes de terminar el mandato.

Vale la pena el raconto para prestar atención al nuevo llamado a la cordura hecho por un referente internacional, nada más y nada menos que el ex presidente del Tribunal Calificador de Elecciones de Chile, quien se refirió con preocupación a los intentos de impedir el juramento de senadores electos en comicios democráticos correctos, como las calificaron los observadores que supervisaron el proceso.

El experto Patricio Valdés, ex presidente del Tribunal Calificador de Elecciones de Chile, advirtió: “El proceso electoral fue muy tranquilo y cumplió con todas las normativas; con respecto a la situación de los ex presidentes, yo creo que eso fue zanjado por la Justicia Electoral y los fallos son para ser cumplidos”.

De hecho, siguiendo los procedimientos constitucionales del caso, el ex presidente del Senado, Lugo, presentó el recurso ante la Corte que le salió en contra, tal como le pasó en ocasión anterior al senador Tito Saguier, es decir, que presentaron el recurso para que les saliera a favor, sin aceptar que les saliera en contra. Tal cual durante el estronismo. ¿Para qué mandamos si no hacemos lo que queremos?

No les importó y probablemente no les importe lo que dijo el experto chileno, pese a la positiva experiencia de alternancia que viene haciendo Chile entre las fuerzas políticas, como un verdadero modelo democrático de alternancia.

El peligro es obvio: se pone en peligro la institucionalidad.

Y aquí vale la pena hacer una diferenciación: en tiempos del estronismo, si bien durante un buen tiempo gran parte de la prensa se acomodó al oficialismo, recibiendo privilegios a cambio de complicidad, hubo luego un tiempo mejor en que se empezó a criticar valientemente al oficialismo dictatorial.

Hoy hay un gran sector de la prensa que aplaude y acompaña las violaciones constitucionales, siempre y cuando perjudiquen a los candidatos contra los que están y favorezcan a los candidatos que promocionan abiertamente, es decir, han perdido la distancia crítica y se declaran los dueños de la Constitución, sin respetar mínimamente que la Constitución otorga a la Corte la facultad de dirimir interpretaciones constitucionales. Dos senadores, Saguier y Lugo, con cierto coro, han violado la Constitución usurpando la atribución del Poder Judicial, amparados por un gran eco mediático de apropiadores de atribuciones constitucionales.

Radio so’o usurpa ahora el poder constitucional de interpretar a su gusto la Constitución.

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