Marcelo A. Pedroza

COACH – mpedroza20@hotmail.com

La libertad necesita de la ayuda de cada uno de nosotros. Es que quiere que la vivamos en su máxima expresión. Somos libres cuando obramos conforme a nuestra propia voluntad y al mismo tiempo nos hacemos responsables de lo realizado. Todas las acciones pueden vivir en libertad. Para ello la franqueza y la desenvoltura en el andar se constituyen en vitales pulmones que facilitan el respirar libremente. La libertad habita en espacios abiertos al desarrollo de aquello que incentiva el crecimiento de las personas. En ellos puede disfrutar plenamente de sus efectos ilimitados hacia la conquista de todas las proyecciones que la consideran fundamental y la respeten como tal. Es en la estima hacia la libertad donde se cobijan las palabras y los hechos de quienes deciden superarse constantemente.

Si la libertad hablara, ¿qué nos diría a nosotros? Quizás diría estoy carente de cariño o estoy privada de oportunidades o es insuficiente lo que hacen por mí o ante tanta pobreza de pensamiento me siento impotente porque no puedo hacerme oír. Aunque también podría pronunciarse favorablemente y diría que ama ver a los niños jugar con inocencia o disfruta de los seres generosos que en silencio priorizan las urgencias de los demás o que adora las madrugadas silenciosas que le permiten observar los preparativos para un nuevo día de quienes asumen los desafíos cotidianos. Si hablara la libertad a lo mejor pediría adhesiones para aumentar el uso de las palabras que valoran la existencia del otro. Además se tomaría el atrevimiento de exigir, vaya paradoja la de la libertad exigiendo condiciones, pero lo haría sólo para aclarar algo, es que no debe confundírsela con el libertinaje. Este implica desenfreno en las obras o en las palabras.

La conciencia en libertad vive en paz. Vive dispuesta a crecer. Vive dada hacia lo que aporta y se anima a desafiarse a sí misma. Hay una acepción de la libertad que sostiene que es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona. La libertad disfruta cuando se unen las intenciones que saben lo que quieren y que pregonan el bienestar. La integración de los corazones entusiastas es una corriente energética valiosa para la promoción de la libertad. Hay que estimular las acciones que pregonan el fervor por la libertad. En ella yacen la cortesía, la dignidad, la honorabilidad, la prudencia y la consideración.

Todos podemos en libertad esculpir nuestras obras. Son los pasos diarios las herramientas indispensables para vivenciarlas. Hacia dónde dirigimos ese caminar, ¿cómo utilizamos la fabulosa facultad que poseemos? A la libertad hay que alimentarla, cuidarla, estimularla y también iluminarla. Al ver su luz se aprende a observar. Y también a convivir, es que la sociedad se nutre de la libertad.

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