En Europa es una actividad que va cobrando fuerza. La consigna es salir de las plataformas, limitarse a usar internet sólo lo necesario y así disfrutar de la compañía presencial de las personas. ¿Conocés a alquien acá que quiera hacer algo parecido?
Por: Jazmín Gómez Fleitas
El año pasado, Enric Puig Punyet, publicó el libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo. Allí relataba la vida de diez personas que habían sido activos usuarios de las redes sociales pero que un día dijeron ¡basta! Se desconectaron y no por eso fueron a recluirse al campo, siguieron con sus vidas urbanas de la misma manera.
En el material se relata que, a pesar de tener distintas profesiones, vivir en distintas ciudades y demás, todas las personas comparten dos rasgos en común. El primero, la dificultad que representó para cada uno de ellos realizar esa desconexión, puesto que crecieron y desarrollaron sus vidas en torno a la tecnología. Y el segundo, que hacerlo no les causó ningún inconveniente con sus trabajos.
Este joven Doctor en Filosofia por la Universitat Autònoma de Barcelona y la prestigiosa École Normale Supérieure de París, cuenta que él no decidió desconectarse por añoranza a tiempos pasados mejores o romanticismo, sino por la llana y sencilla razón de salud mental y calidad de vida. En una entrevista realizada por El Mundo lo explica mejor: "Sentía saturación tras horas y horas navegando a la deriva, viajando de hipervínculo a hipervínculo, en apariencia haciendo de todo pero en el fondo no haciendo absolutamente nada, porque con mucha frecuencia la información que obtenemos después de un día pegados a la pantalla es dispar y no tardamos en olvidarla".
Y es que en un mundo que nos satura con infomarción constantemente, no es difícil notarlo. En el 2012, se publicó en inglés el libro The informartion diet (La dieta de la información en español). El mismo trata sobre cómo filtrar la cantidad de información que consumimos a diario para dejar pasar solamente lo relevante. Expone que un ser humano moderno pasa aproximadamente once horas de cada día navegando en la web y leyendo todo tipo de información, le interese o no, porque es a lo que se expone.
Si bien ahí se busca un equilibrio para no caer en un agotamiento mental debido a toda la información recibida, los desconectados van más allá de simplemente verse bombardeados por información, hablan de una adicción a la internet que la mayoría de la gente no percibe.
"Hace tan sólo diez años, internet era una herramienta de consulta. Uno se hacía una pregunta y sólo después buscaba la respuesta en la red. Pero hoy la dinámica ha cambiado por completo. El tiempo vacío se ha llenado de paja. Muy a menudo es internet quien formula las preguntas, robándole al individuo nuevos marcos de referencia. Internet es omnipresente porque está activo siempre y en todas partes. Al ocupar gran parte de nuestra vida, hace que con frecuencia descuidemos a las personas a nuestro alrededor", explicaba en la entrevista compartida por El Mundo.
Y justamente en lo que coinciden los protagonistas de su libro es que esta desconexión los llevó a reconectarse con el mundo real, y por ende, con las personas. Una de las ellas relata: "Mis amigos saben que no tengo redes sociales ni Whatsapp, así que cuando quieren contactar conmigo me llaman. No es tan difícil". Y en su libro las hay de todas las edades. De 14, 26 o 30 años.
Es más, Enric Puig señala que son justamente los adolescentes europeos quienes renuncian voluntariamente al smartphone, en una entrevista para El Periódico de Barcelona. "Para ellos estar conectados ha perdido el carácter subersivo que tenía antes. No quieren pertenecer a las redes sociales donde de repente va aparecer tu abuela pidiéndote ser tu amiga. Estar desconectado empieza a verse como algo cool porque va contra la norma".
"Ahora vemos a la gente consultando las redes sociales de manera compulsiva por la calle, pero no vemos los riesgos de ese uso adictivo.Vemos las fotos de Facebook, pero no los cuadros de depresión que provoca estar enganchado ahí. Es curioso que su inventor haya sido un chico con graves problemas de relacionamiento que rayaban el autismo ¡Inventó una prótesis social! Y lo que ocurre con una persona sana que no necesita una prótesis es que se le atrofia el órgano que esa prótesis trataba de suplir".
¿Habra interesados aquí?
Jazmín Jara (32) es una maestra de primaria que decidió dejar Facebook hace tres años. "Tenía más de 700 amigos y sentía que al publicar algo había mucha gente que no era realmente cercana a mí e igualmente podía saber de mí. Después cada vez más estudiantes y sus padres me pedían amistad y ahí me pareció que ya estaba perdiendo la privacidad". Jazmín se quedó sólo con el Twitter porque en su casa no cuenta con un televisor por decisión propia, ya que si quiere ver algún contenido en específico, acude a alguna de las plataformas online a la cual está suscrita.
"El Twitter lo uso para informarme porque ahí está antes que en un noticiero", comenta. Y si bien ella no abandonó completamente las redes sociales, sí dejó la que tenía un mayor impacto en su vida cotidiana y donde ya había percibido una pérdida de la privacidad. Si bien mantiene Whatsapp por una cuestión de contacto profesional, la realidad es que potencia las conversaciones en persona. "Realmente creo que eso es lo más valioso. Al Twitter entro una vez al día y salgo", enfatiza.
Por su parte, Mili Cáceres (21) lo hizo hace cuatro años. "Dejé Facebook porque me gustó más el formato de Twitter. Creo que nunca me llegó a gustar del todo. Y lo uso para enterarme de las novedades porque hablo con mis amigos en persona y si están de viaje, ahí sí uso el Whatsapp". Y si bien ninguna de las dos abandonó por completo las redes sociales, sí se limitan en su uso.
En Paraguay, según estadísticas publicadas, había 2.600.000 paraguayos en Facebook en el 2015; lo cual la hace una de las plataformas sociales más empleadas.
Lo curioso es que gracias a este libro, nos damos cuenta de que los desconectados sí existen, aunque no los conozcamos o sean aún muy pocos en el mundo. Cada vez aparecen más reflexiones respecto a qué tanto la tecnología influye o podría influir en el relacionamiento con las personas, y hasta las series (Black Mirror) o las películas (Her, Men Women Children) abren el debate. El autor de La gran adicción nos propone que seamos conscientes de las consecuencias que tiene vivir permanentemente conectados. "Nos dejamos seducir por estas tecnologías sin reflexionar sobre los cambios que están provocando en nuestra vida y en nuestra forma de relacionarnos con los demás". ¿Se unirán más a esta tribu urbana o la lectura de su libro nos ayudará a limitar su uso y potenciar el relacionamiento en persona?