- Por Antonio carmona
- Periodista
Cuando se desató mundialmente el escándalo de los Wikileaks, que hasta hoy genera conflictos internacionales, escribí que el escándalo debía llamarse "Whisky leaks", porque los cabildeos y chismeríos diplomáticos y políticos que se destaparon tenían antecedentes en el mundo internacional, en esos encuentros diplomáticos en que, a medida que trascurre la velada, deslizándose cada vez más fluidamente por el whisky, van saliendo los chismes y las confidencias, sin mirar a quién, ya que en el bullicio festivo de esos encuentros se van desparramando informaciones.
Durante décadas de Guerra Fría la socialización whiskera fue incluso más eficaz para el espionaje que las Mataharis. ¡Y eso ya es mucho decir!
Lo escribí con conocimiento de causa, ya que en reuniones en que me tocó participar como periodista escuché revelaciones en corrillos en los que era apenas un convidado de piedra, como si fuera sordo.
Desde que Marshal MacLuhan nos avisó de que el mundo era una aldea, mucho antes de que entráramos en la era de la popularización digital, de los teléfonos celulares y de las redes sociales, las ventanas de Facebok, Twiter, Whatsapp y demás hicieran que la privacidad quedara fuera de juego; la accesibilidad de la información por la vía de esos medios y la incapacidad de adaptarnos a esos cambios de vértigo, sin saber dónde están los precipicios, nos llevaron al uso indiscriminado de medios de comunicación que no estaban bajo nuestro control, ni teníamos sensación del peligro que representaban.
Umberto Eco escribió que empezamos a navegar por mares desconocidos, llenos de monstruos y piratas, con la gran desventaja; al contrario que los marinos que se aventuraron, por ejemplo, a participar de la locura de Colón, que tenían conciencia del peligro, temor y, por lo tanto, tomaban ciertas precauciones prácticas y, por si acaso, le rezaban a la Virgen del Rosario. Hasta estuvieron a punto de lincharlo al Almirante por haberlos metido en ese riesgoso entuerto.
- El sitio senatorial, por su forma de comunicación, por su lenguaje, por el uso de signos claros de violencia, estuvo, cuanto menos, desbocado en su comunicación.
Nosotros navegamos por los nuevos mares sin la más mínima precaución; comunicándonos en un espacio público, de fácil acceso, pero sin conciencia del riesgo, pese a los antecedentes internacionales y nacionales que surgen día a día de escándalos por la ingenuidad, estúpida como toda ingenuidad, de que estamos manteniendo una comunicación privada.
Es interesante al respecto el debate público internacional que hay entre las instituciones que quieren exigir a las empresas de comunicación de controlar el verdadero descontrol que existe en las redes, desde inconscientes e irresponsables hasta piratas, desde tiburones disfrazados de sardinas hasta violadores y engañadores de menores.
Hay tanta bibliografía ya al respecto que da calambre solo pensar en tener que informarse; hay tanta información en los medios formales e informales de graves detonadores de escándalos públicos que no es posible que nadie pueda estar informado que para la utilización de esos excelentes medios de comunicación hay que tomar precauciones, y no ponerse a hablar a los gritos, como en el mercado, o trasmitir fotos sin mirar a quién, ni responder o enviar mensajes a sitios no perfectamente identificados, y mucho menos a hablar como el que está de entre casa haciendo bromas entre un grupo de cuates.
Y mucho menos si se trata de un sitio de encuentro de senadores, que, aunque a veces lo olviden ellos, y a veces lo olvidemos los ciudadanos, son una parte esencial de un gobierno democrático.
El sitio senatorial, por su forma de comunicación, por su lenguaje, por el uso de signos claros de violencia, estuvo, cuanto menos, desbocado en su comunicación. Pretender que la responsabilidad cae de otro lado, espionaje o cualquier otra forma de captación es secundario, puesto que la responsabilidad –y es democráticamente importante que se aclare– está en la comunicación en sí y a través de medios tan abiertos como si fueran públicos.
Salvo en algunas frases e imágenes improcedentes, imprudentes y groseras, de lo que se ha hecho público, no cabe tomar posiciones igualmente imprudentes. Hay que esperar toda la información con la validación de la Fiscalía para evaluar el hecho en su total dimensión. No cabe duda sin embargo que se trata de una falta de seriedad de los senadores.
¿Quién necesita espiar a los "wasaperos"?