Por Antonio Carmona

Si bien la palabra sicario figura en el diccionario oficial de la lengua española, DRAE, como de uso en todos los países hispanohablantes, sicariato, palabra derivada, figura como de uso exclusivo en Argentina, Colombia, Costa Rica y Ecuador, con el significado de "actividad criminal desempeñada por sicarios".

El nuevo diccionario no se redacta en España con exclusividad, sino en reunión de todas las academias de los países hispanohablantes; es decir, que nuestros representantes no consideraron el término como de uso corriente aquí.

En cierta medida, es cierto, estaba reducido a la frontera seca, hasta que el nuevo viceministro de Seguridad, anunció la preocupación de que el sicariato se instale en la capital, tras varios actos criminales realizados en Asunción.

Hay una diferencia entre el sicario individual, contratar a un criminal para que cometa un asesinato, por un puñado de dólares o por la reventa de un celular, y la organización del sicariato que ya implica una banda criminal organizada y trabajando sistemáticamente, en dirección contraria a las fuerzas del orden, para imponer las del desorden, el interés de los criminales que organizan grupos paramilitares; es decir, una fuerza armada del crimen, que nunca es una, porque, como es sabido, las bandas criminales no son organizaciones de beneficencia ni creen en la libre ni en la no libre competencia, sino que, aunque algunas, como el EPP, pretendan ser organizaciones de beneficencia a costa del chantaje, en la práctica, todas tratan de tomar todo el poder y el dinero que puedan, aniquilando por la vía de la metralla a la competencia.

Entiendo la preocupación del nuevo viceministro: si la guerra se desata en la capital, en el centro del país y del aparato de gobierno, la seguridad interna, que es su nueva responsabilidad, va a tambalear. Hasta aquí una preocupación realista contra una amenaza real.

  • Estando en este trance, como una tragicomedia del absurdo, aparece una comunicación whatssapera, podría haber sido facebuquera o twittera; es decir, irresponsable, desde cualquier punto de vista que se la mire, incluso el del presidente del Congreso que consideró que se trataba de una “broma”, en la que la senadora Masi, que emite el mensaje, solicita a “Robert”, el presidente del Congreso, el precio de un sicario “de medio pelo”.

Suena a broma, a joda, de esas que circulan irresponsablemente, cotidianamente en las redes sociales, pero suena a disparate proviniendo desde estamentos del poder institucional de la república: es decir, desde un centro de comunicación que involucra a senadores, quienes ni en broma pueden comportarse como los irresponsables, piratas y disparateros que abundan en las redes sociales. Valga la aclaración de que, aunque algunos sigan creyendo en los reyes magos, las redes no son "privadas", sino tan abiertas que se rivalizan fácilmente.

Antaño, cuando el billete cinco guaraníes aún tenía, aunque mínimo, algún valor, se decía "a sinki la puñalada"; hoy podemos parafrasear tristemente" a celular la puñalada", pero estamos todavía en el área de los motochorros o los sicarios contratados, la amenaza grave es el sicariato y hay que tomarla en serio.

Como nos enseña sabiamente el ñe'ênga, "mboka ndoikua'ái ijára, el revolver o la metralla no conoce a su dueño; valga para enmendar a la Academia: el sicario puede ser asalariado; es decir, al servicio de una organización, o simplemente contratado, como en el caso del pedido del whatsapp de marras; ¿cuánto cuesta contratar a un sicario?, es decir a un profesional del crimen, aunque sea de medio pelo, por prestar un servicio criminal, no importa si un sinki, o un cinco mil dolarmi.

Más allá del lata pararã, el vacío ruido de latas mediático y político que se arma en estos casos, hay que pensar en el viejo dicho de quien juega con fuego termina quemándose.

El tema del sicariato es más que una palabra y más que una broma, sobre todo cuando se maneja como tal en las altas esferas del poder.

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