Por Pablo Noé

Director periodístico La Nación TV

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El tema de discusión de moda en la política no es más que otra de las escaramuzas que demuestra los intereses reales de los diferentes sectores. La posición frente a este tema es directamente proporcional a las apetencias de cada sector. Los que buscan seguir o retornar al poder a favor, los que intentan allanar su camino hacia el Palacio de López, en contra. El tablero, sin embargo, es vertiginosamente dinámico de acuerdo a cada coyuntura particular.

Quienes se llenan la boca de institucionalidad y defensa del Estado de Derecho y verdaderamente lo defienden por convicción, son muy pocos. Solo hay que escarbar los antecedentes cercanos y las filas de propulsores de una idea estaba conformada por muchos de los que ahora están en contra. Y viceversa. El mismo escenario se vivió en junio del 2012 o en marzo de 1999 (y sus meses posteriores), tiempos duros de nuestra frágil democracia

En los tiempos que estamos viviendo, del acceso casi ilimitado a fuentes de información, el diagnóstico es peligrosamente similar al desarrollo de todo el proceso democrático. La influencia de los grupos fácticos sigue imponiendo su voluntad. La realidad cruel es que la distancia entre los intereses de la gente, que sufre la pesada carga de la politiquería extrema, es exponencialmente diferente a los planteamientos con los que se llenan los espacios en los medios de comunicación.

La guerra se huele en el ambiente y las armas están al viento, elevando el nivel de tensión a niveles insoportables. Los golpes bajos y los contragolpes certeros empezaron a notarse. La duda que queda es saber cómo marcará el nivel de cordura, cuando lo único que se busca es ostentar la fuerza de instalar verdades, sin analizar a profundidad el costo que acarrea cada decisión tomada.

Lo que realmente preocupa, y es el motivo de este comentario, apunta a lo cerca que estamos de dar el siguiente paso, de la polarización. Esa que divide las aguas en dos y en donde se impone el fanatismo por encima de la racionalidad. En donde todo es maleable de acuerdo a los intereses puntuales, y el relativismo cobra un protagonismo irreversible. En donde, como la ley de la selva, impone su voluntad el más fuerte, sin importar el costo que eso implique.

La guerra se huele en el ambiente y las armas están al viento, elevando el nivel de tensión a niveles insoportables. Los golpes bajos y los contragolpes certeros empezaron a notarse. La duda que queda es saber cómo marcará el nivel de cordura, cuando lo único que se busca es ostentar la fuerza de instalar verdades, sin analizar a profundidad el costo que acarrea cada decisión tomada. En medio de estos fuegos de artificio, existe un montón de ilusiones ciudadanas que navegan con destino desconocido, ya que a pesar de clamar a los cuatro vientos sus verdades, las mismas están subordinadas a la futura conformación del tablero político.

El Paraguay es un país con enorme potencial, con una economía sólida, con recursos naturales, talento humano y niveles de competitividad empresarial que son envidiables, pero que sufre por la tergiversación de las prioridades sociales. Con estos factores a favor, es inconcebible que siga existiendo una desigualdad de oportunidades que es grosera, con personas que no acceden a condiciones mínimas de educación y salud, con un sector subempleado al borde de la explotación, con una población que sufre con sus necesidades fundamentales insatisfechas.

La fórmula, cual solución mágica, en la retórica se plantea simple, acuerdos comunes para temas nacionales, y priorizar los esfuerzos para paliar las carencias principales de la gente. Sin embargo, el objetivo esencial de la élite política apunta a fortalecer sus intereses sectoriales, con un crecimiento a espalda de la población, aquella a la que piden su apoyo cíclicamente, y a la que olvidan patológicamente.

El desafío ciudadano es evitar caer en un camino sin retorno, la maldita polarización de sectores, tanto porque nuestras prioridades son diferentes y porque las diferencias partidarias son solamente cromáticas.

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