Por Benjamín Livieres Plano

Periodista

En la sesión ordinaria de la Cámara Alta que tuvo lugar ayer, un grupo de senadores de la oposición presentó un proyecto de resolución por demás curioso, en cuyo artículo 1° establece "Registrar gráficamente el precepto constitucional por el cual los Senadores y Diputados no estarán sujetos a mandatos imperativos", y en el 2° que "será transcripto sobre un material que facilite su lectura y perdurabilidad, y estará ubicado dentro de la sala de sesiones en la parte superior del hemiciclo central".

Los responsables de la iniciativa fueron los senadores Mario Abdo Benítez, Enrique Bacchetta, Fernando Lugo, Eduardo Petta, Arnaldo Giuzzio, Blanca Mignarro y Fernando Silva, en tanto que los destinatarios del mensaje son, principalmente, sus colegas del oficialismo colorado, quienes manifestaron su acuerdo con lo resuelto el pasado sábado en la convención de la ANR, exigiendo disciplina política a sus representantes en el Congreso.

El tema podría considerarse trivial e intrascendente. Un "vyrorei" más, de los tantos que acostumbran protagonizar esos y otros componentes de dicha instancia legislativa. Tanto que si obraran con coherencia, mañana tendrían que acceder a una eventual solicitud de algún grupo campesino respecto a la norma constitucional relativa a que "todos los campesinos tienen derecho a una parcela de tierra", de una central obrera sobre "el derecho al trabajo" o de grupos sin techo a "una vivienda digna" y así sucesivamente, hasta que los senadores tengan que sesionar en otra parte por falta de espacio, dada la multiplicidad de carteles "recordatorios".

Sin embargo, tras la humorada de los promotores de esta iniciativa subyace una línea de pensamiento y de comportamiento sumamente preocupante. El mensaje de "Marito", Lugo y compañía es "lo que resuelvan nuestros partidos nos tiene sin cuidado y nosotros diremos y haremos lo que queramos", como de hecho vienen procediendo todos ellos.

El tema es grave porque, aunque probablemente ni se hayan percatado de ello, dada sus limitaciones políticas, representa un ataque directo a la democracia misma, que tiene en el sistema de partidos políticos a uno de los pilares fundamentales en el cual se asienta.

Cualquier politólogo de la corriente ideológica que fuere, no podría concebir que en los Estados contemporáneos pueda practicarse la política al margen y en contra de los partidos. A nivel mundial encontraremos solo dos tipos de Estado que escapan a esta norma, los que se rigen por monarquías y las dictaduras, que se apoyan en ejércitos, y los que se rigen por un régimen de partido único, como China y Cuba.

Nuestro sistema de partidos, aún con todos los problemas que cada uno de ellos enfrenta, es vital para la democracia en tanto y en cuanto expresa la pluralidad reinante en la sociedad, que después de cada elección debe expresarse, por ejemplo, en el Congreso. De manera que ni "Marito", ni Lugo y demás colegas están en el Senado para hacer lo que les venga en ganas. Están para representar a sus respectivas organizaciones, mediante las cuales accedieron a sus bancas.

Por estas razones, las decisiones adoptadas sobre esta materia en las convenciones de los dos grandes partidos tradicionales, el liberal y el colorado, son un paso positivo para lograr algo que deshonra sistemáticamente la ligera mayoría que hoy controla la Cámara Alta: la disciplina política de sus legisladores.

No obstante, podrán seguir atacando el sistema de partidos, crucial para la democracia y continuar haciendo de las suyas, pero entonces tendrán que presentarse a próximos comicios como candidatos de otras formaciones, no de las que ahora desconocen. Y entonces veremos qué resultados obtienen.

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