La tempestad que se abatió el pasado lunes sobre gran parte del país, que golpeó con vigor a Asunción y el Área Metropolitana así como otros populosos distritos del interior, provocando daños en una amplia zona y que dejara como saldo dos muertos, es una prueba de que nuestras ciudades, incluso aquellas denominadas "urbes", no están preparadas para hacer frente a los temporales de gran magnitud.

La copiosa lluvia caída, que según los expertos de la Dirección Nacional de Meteorología la cantidad de agua caída corresponde al de todo un mes, provocó enormes raudales con la incontenible fuerza mecánica del torrente, los fuertes vientos que echaron añosos árboles en diferentes cruces, algunos con tan mala suerte que acabaron con la vida de una mujer, es solamente una pequeña muestra de que las tormentas en los últimos años se han vuelto más violentas y abundantes. Y pese a los ya habituales "recados" de la naturaleza, no se ha podido avanzar en transformaciones importantes de la infraestructura de nuestras ciudades para afrontar eventuales desastres naturales.

A través de las redes sociales se han podido observar imágenes de calles y rutas anegadas a raíz del desborde de arroyos y ríos como ha sucedido, por ejemplo, en Asunción o en Encarnación, dos ciudades afectadas por este violento temporal. El ejemplo de estas dos ciudades es referencial, pues ocurre no solo en la capital del país o en la Perla del Sur, sino en urbes donde se cuentan con las condiciones más desarrolladas en materia de desagüe pluvial. Y, sin embargo, son aún insuficientes.

En Asunción, la infraestructura tampoco es acorde. Según lo ha señalado el propio intendente Mario Ferreiro, la cobertura de desagüe pluvial ni siquiera alcanza el 20% de la ciudad y por esa razón que existen al menos siete sectores considerados puntos rojos en días de fuerte precipitación, días en que es mejor no circular por esos lugares. En la comuna capitalina también hay conciencia de que solamente una fuerte inversión de cientos de millones de dólares tendrá el efecto esperado por todos.

La descentralización de la ejecución de obras debe afectar a los gobiernos departamentales y los municipios, que deben tener mayor peso y competencia en sus respectivas regiones.

En lo que respecta al desagüe pluvial así como al sistema de alcantarillado, las políticas sectoriales tendientes a la ampliación de la cobertura, así como la eficiencia de estos servicios, se encuentran atrasadas o tropiezan con cierta burocracia. A pesar de que nuestro país tiene décadas de atraso en esta materia y a pesar de que los gobiernos que se sucedieron en la etapa democrática han tenido desigual desempeño, hay aún un déficit sustancioso. Sin embargo, hay números que de a poco, y con especial interés de los gobiernos centrales, están empezando a revertirse.

En los últimos años y en especial bajo la administración Cartes, se han exhibido algunos avances, aunque tímidos son especialmente distintivos porque se enfocan en la idea de cambiar este estado de carencias. Aunque Paraguay se halla hoy entre los países con peor infraestructura pública, según el Foro Económico Mundial, se han establecido directrices que de aquí a unos años empezarán a dar sus frutos; todo esto con apoyo de organismos internacionales cuyo respaldo siempre es decisivo.

Más allá de estas carencias, la clave para alcanzar las transformaciones es un amplio acuerdo de cooperación a nivel interinstitucional que involucre al gobierno central, a las gobernaciones y los municipios del país de tal suerte en poder avanzar hacia objetivos claros, principalmente en obras de envergadura. Aquí, para tornar más eficiente esta meta, la descentralización de la ejecución de obras debe afectar en los gobiernos departamentales y los municipios, que deben tener mayor peso y competencia en sus respectivas regiones.

Pero no solo un acuerdo público amplio es la única llave. Para aumentar las inversiones en infraestructura es necesaria la participación de la inversión privada y qué mejor manera de fomentar estas obras que con alianzas que unan a ambos sectores.

La infraestructura es vital para el éxito de la sociedad en su conjunto, por tanto es tiempo de que empresas públicas y entidades privadas realicen las inversiones necesarias para revitalizarla. Nunca es tarde para dar un cambio de timón hacia la eficiencia y la modernidad, solamente de este modo podrá haber desarrollo.

Dejanos tu comentario