Por Matías Ordeix

Socio del Club de Ejecutivos

En estos días se llevó a cabo Hábitat III, en la ciudad de Quito, la reunión impulsada por las Naciones Unidas. Estuvieron representantes de gobiernos locales, regionales y de alrededor del mundo con el fin de discutir y delinear la agenda urbana de los próximos 20 años. La misma se alinea a un objetivo común, el desarrollo urbano sustentable. También se realizaron en paralelo conferencias, reuniones y charlas orientadas a colaborar en la construcción de una sociedad y ciudad mejores.

Este encuentro tuvo como objetivo el desarrollo responsable entre ciudades y medio ambiente, incluyendo a la sociedad, privados y el sector público. Trabajar en pos de un nuevo paradigma en la construcción, de una conciencia de responsabilidad ambiental y de un límite al impacto humano en el planeta ya no son opciones, son necesidades urgentes e impostergables.

La urbanización es irreversible y por tanto debe ser inteligente, las ciudades del futuro se dibujan ante nosotros como espacios responsables de brindar calidad de vida a sus ciudadanos.

Debemos cuidar el medio ambiente, velar por el campo y las comunidades rurales. Un nuevo urbanismo enfocado a la sustentabilidad se vislumbra como la única solución, claro que esto requiere mucho trabajo y la unión de voluntades. Y justamente ahí es donde los esfuerzos que se plasman en Hábitat III son tan importantes.

Dentro de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, uno de ellos impulsa las Ciudades y Comunidades Sostenibles. Nuestra participación, representando a la Red del Pacto Global Paraguay en uno de los side events de Hábitat III fue muy importante.

Pues el intercambio y aprendizaje con otros países, compartiendo experiencias de quienes hacen las tareas ciudadanas en forma responsable y sustentable son dignas de imitar en nuestro país. Las buenas prácticas deben ser replicadas, y es tarea de todos apuntar a la sustentabilidad en nuestras ciudades. Los esfuerzos deben enfocarse a reducir la pobreza, a dar vivienda digna a todos, a generar mejores vínculos entre el campo y la ciudad, y a crear bienestar, equidad y prosperidad.

La combinación de usos de suelo, la edificación compacta y vertical, la preservación de espacios abiertos y verdes, la creación de comunidades peatonales, la diversificación de medios de transporte, el fomento al sentido de comunidad y pertenencia, así como una cuidadosa zonificación, se establecen como elementos que propiciarán el desarrollo de sociedades estables e inclusivas que viven en armonía con el medio ambiente.

Los cambios de paradigmas, las nuevas formas de construir ciudad y ciudadanía generan también a veces rechazo. Grupos de poder que se oponen a las mejoras, escasos presupuestos para obras que mejoren el medio ambiente, problemas políticos y otros siempre estarán en la agenda del intento de cambio. Sin embargo, el esfuerzo conjunto entre ciudadanos preocupados y ocupados en esto, más autoridades comprometidas harán la diferencia próxima futura.

Debemos trabajar el uso racional de materias primas y energías renovables, y la reducción de uso de recursos naturales mediante el reciclaje.

Por ejemplo, podemos construir edificios que integren ecotecnologías que permitan el uso de energía solar, la captación y reutilización de agua de lluvia y el tratamiento de aguas residuales, a su vez.

La tarea es de todos, pero, por ejemplo, los gobiernos municipales y nacionales deben generar los incentivos para que los empresarios que inviertan en nuevos sistemas ecológicos de construcción o de reciclaje o aprovechamiento de aguas, vean compensados sus esfuerzos en reducciones tributarias o fiscales.

La ciudadanía juega también su rol imprescindible, respetando primeramente la ciudad como si fuese su propia casa, colaborando activamente en organizaciones sociales de fomento de las mejoras de convivencia y ciudadanía, entre otros tantos aportes que todos nosotros podemos impulsar.

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