Landon Thomas Jr.

WASHINGTON.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) fue criticado a lo largo de los años por sus bizantinas intrigas internas, donde los jefes de los departamentos dominantes guardan celosamente su territorio en detrimento de la misión más amplia de la institución.

Ahora, un reciente episodio de la lucha interna salió a la luz y plantea nuevas preguntas sobre la cultura de la institución y su promesa de ser más transparente.

Este verano (boreal), la Oficina de Evaluación Independiente (OEI) del Fondo, una unidad autónoma que tiene un mandato para juzgar todos los aspectos de la conducta y las políticas del FMI, divulgó un informe de 86 páginas sobre el desempeño de la organización durante la crisis de la deuda europea.

El documento era inusualmente contundente en su crítica a la forma en que el FMI manejó los problemas de deuda de Grecia. Los miembros del Fondo fueron intimidados por sus homólogos en Europa, pasaron por alto los primeros signos de estrés financiero y no hicieron lo suficiente para impulsar una reestructuración de la deuda griega, apunta la mencionada evaluación.

Pero esto no fue lo que provocó la ira –y la intervención– de los funcionarios de alto nivel del FMI.

Antes de que el informe fuera publicado en el verano boreal, los funcionarios del Fondo exigieron que la unidad de vigilancia acortase y en algunos casos eliminase secciones del informe donde se revelaba que el FMI no estaba divulgando los documentos que los evaluadores buscaban.

La descripción de este problema, que no fue mencionado en el documento final, fue proporcionada por varias personas que estuvieron involucradas en el proceso, pero que no estaban autorizadas a hablar públicamente.

Por estatutos, el referido organismo de control tiene derecho a solicitar cualquier documento que considere le ayudará en su análisis.

En una entrevista, William Murray, portavoz adjunto en el FMI, reconoció que el Fondo tenía algunas discusiones importantes con su evaluador interno sobre el lenguaje utilizado para describir cómo la organización respondió a las solicitudes de dichos documentos.

Sin embargo, agregó que el Fondo tenía derecho a intervenir y a pedir cambios en base a los denominados errores de hecho.

"Las fricciones ocurrieron durante el proceso", dijo Murray, refiriéndose a la investigación del auditor que durante 16 meses estudió los documentos pertinentes. "Pero era una cacería masiva de pistas en los reportes, no hubo un esfuerzo concertado del Fondo para retener información", añadió.

La Oficina de Evaluación Independiente declinó hacer comentarios al respecto.

Las luchas internas dentro de las organizaciones globales tan grandes y tan políticas como el FMI son de esperar. Pero bajo su directora gerente, Christine Lagarde, quien fue reelegida para un segundo mandato de cinco años a principios de este año, el Fondo ha tratado de abrirse más al mundo y de exhibir menos frialdad burocrática.

Tales esfuerzos eran obvios durante las reuniones anuales de otoño (boreal) del FMI, este mes. La semana contó con numerosos paneles sobre la desigualdad de ingresos, los derechos de la mujer y la manera de mejorar la sociedad civil, todo lo cual culminó con una charla agradable con Lagarde y el autor Michael Lewis.

A la luz de estos hechos, algunos partidarios tradicionales del fondo se han sorprendido por la respuesta del FMI a su auditor interno.

"La Oficina de Evaluación Independiente fue creada para tener acceso a todos los documentos del Fondo", dijo Edwin M. Truman, ex funcionario del Tesoro de Estados Unidos que fue parte de un panel externo de expertos contratado para sacar conclusiones del informe del organismo de control. "El personal y la alta dirección del Fondo no tenían derecho de retener nada de ellos", agregó.

La mencionada unidad de vigilancia se estableció en el 2001, con el mandato de evaluar la toma de decisiones del Fondo, que había sido puesto en duda después de la crisis asiática de 1997, especialmente por los países del sudeste asiático mordidos por las políticas de austeridad.

Aunque se dio autonomía a la unidad, los que trabajaban allí no buscaban causar problemas de ninguna manera. Sin embargo, una evaluación de la calidad del asesoramiento del FMI durante la crisis de la eurozona ciertamente puso el dedo en la llaga.

Volviendo al 2012, cuando la unidad reveló por primera vez que iba a evaluar las actividades del Fondo en la zona euro, los inspectores encontraron resistencia, no solo de los miembros del personal, sino también de los miembros del directorio europeo.

Los directores de Francia y Alemania se opusieron especialmente a la investigación, en algunos casos utilizando un lenguaje fuerte en las reuniones con los ejecutivos de la unidad en un intento de conseguir que abandonaran el proyecto, a pesar de que públicamente respaldaban la misión del organismo de control.

Cuando se hizo evidente que el organismo de control seguiría adelante con la evaluación, los directores europeos preguntaron si sería posible no divulgar el informe al público, según indicaron personas involucradas en el proceso.

La oposición a la investigación se hizo sentir con mayor intensidad en el poderoso Departamento Europeo, que supervisó los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal.

El líder del Departamento Europeo, Poul M. Thomsen, quien también fue el arquitecto del plan de rescate griego, se distanció de los examinadores inicialmente, y el informe terminó siendo crítico con la labor del FMI en Grecia, aunque Thomsen no fue mencionado por su nombre en la revisión.

En un comunicado, Thomsen dijo que su departamento "cumple plenamente con las peticiones de información y documentos por parte de la Oficina de Evaluación Independiente, sin excepción".

La investigación se centró en dos áreas en particular. Los evaluadores querían informes de lo discutido en reuniones informales del Directorio durante la crisis, donde los funcionarios del FMI explicaban sus acciones a los directores. También pidieron documentos relacionados con una serie de reuniones secretas de ejecutivos del FMI ocurridas en el 2010, en las que se discutieron diferentes estrategias para el manejo de la crisis griega.

El organismo de control recibió resmas enteras de papel con información que historiaban en términos generales el trabajo del FMI en Europa, pero los evaluadores no estaban recibiendo lo que realmente querían: los documentos que arrojarían luz sobre cómo y por qué el Fondo actuó como lo hizo.

Hubo excusas variadas.

Finalmente, 16 meses después de que hicieran por primera vez sus solicitudes, los evaluadores recibieron la mayor parte de lo que habían estado pidiendo.

Fue entonces cuando los ejecutivos del FMI comenzaron a presionar a los funcionarios de evaluación independiente para eliminar pasajes en el informe que explicaban lo difícil que había sido obtener la documentación necesaria.

Los auditores realizaron algunos cambios, porque creían que no habían recibido todos los documentos, pero se mantuvieron firmes en sus pasajes críticos hacia la lentitud del FMI en cooperar con la evaluación.

A principios de julio, el informe y 11 documentos de antecedentes relacionados fueron hechos públicos.

Lagarde dijo en su respuesta que la participación del Fondo en la zona del euro fue un "éxito limitado". También dijo que el Fondo continuará su compromiso con la "rendición de cuentas, la transparencia y el rol de la Oficina de Evaluación Independiente".

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