Por Marcelo A. Pedroza
COACH – mpedroza20@hotmail.com
El desarrollo es inevitable. Sucede. Crecemos. Podemos hacerlo durante el devenir de nuestra existencia, así como nuestro organismo vive sus propias etapas de crecimiento. Hay principios del desarrollo en la vida de un bebé que pueden ser trasladados a la vida de una sociedad. Diane E. Papalia, psicóloga y escritora estadounidense, en el libro Psicología del Desarrollo, los identifica con absoluta claridad.
El desarrollo de arriba hacia abajo. Se lo conoce como el principio cefalocaudal, "de la cabeza a la cola". Por ejemplo, la cabeza, el cerebro y los ojos de un embrión se desarrollan primero, cita la profesora Diane. Como también identifica que los infantes pueden usar bien sus manos antes de poder hacerlo con las piernas. A pesar de no caminar aun, el bebé puede jugar con las manos y acariciar la cara de quienes lo tienen en alza. De arriba hacia abajo se viven los ejemplos. Desde la gestación hay una perfecta evolución.
El desarrollo de adentro hacia afuera. Se lo identifica como principio proximodistal, "de lo cercano a lo lejano". La cabeza embriónica y el tronco se desarrollan antes que las extremidades, y los brazos y las piernas antes que los dedos de las manos y los dedos de los pies, cita la doctora Papalia. De lo central a lo exterior. Desde el interior surgen las expresiones que alcanzan un impacto afuera.
El desarrollo de lo simple a lo complejo. Antes de sentarse solo, el bebé requiere de ayuda para que pueda sostenerse en esa posición, unos lo hacen antes que otros, pero siempre el otro está presente. Durante toda la existencia se requiere de los demás. Después de amamantar se comienza a ingerir alimentos y esos nos son dados por quienes nos cuidan. Nos enseñan y nos dan de comer hasta que podemos alimentarnos nosotros mismos. Hay una secuencia para todo. Así es la vida.
Todo puede unirse. De hecho eso sucede en la formación de nuestro organismo. Aquello que inicialmente se manifestó y se desarrolló y se consolidó acompaña y es vital para el crecimiento de otro miembro del cuerpo. El cerebro necesita del corazón y a la inversa. Los ojos de los oídos y éstos de aquéllos. La vitalidad se apodera del conjunto y el mismo vive espléndidamente cuando existe armonía y equilibrio entre todos.
El cerebro necesita del corazón y a la inversa. Los ojos de los oídos y éstos de aquéllos. La vitalidad se apodera del conjunto y el mismo vive espléndidamente cuando existe armonía y equilibrio entre todos.
No hay vida sin cabeza y tampoco sin corazón. No hay sociedades sin cabezas y no hay sociedades sin corazón. Todas las cabezas pueden crecer. Que crezcan implica que han sido alimentadas y cuidadas, que han podido aprender y que siguen alimentándose, cuidándose y aprendiendo. El aprendizaje modifica el cerebro y estimula su evolución. Hay una necesidad constante de unión, es que unos sin otros no son nada. Es imprescindible la existencia de cada órgano, esto permite el natural funcionamiento del sistema orgánico.
Una vez desarrollado el bebé comienza otras etapas de su vida. La superación es visible y permanente, sorprende a quienes están a su alrededor. Siguen funcionando los principios enunciados anteriormente, lo hacen con las particulares del tiempo biológico que en cada ser se manifiesta. El reloj interno sigue su curso y no para. Va y va en todas las etapas. Persevera, insiste, no retrocede, sino que acompaña el presente y se posiciona siempre en el ahora.
¿Cuántas lecciones nos puede dar desde el punto de vista social el crecimiento de un bebé? Muchas. La metáfora está abierta y la hoja está en blanco para cada cabeza y para cada corazón. Se puede construir con los próximos, con los cercanos, con los de al lado, con quienes nos rodean y desde ahí hacia otros destinos posibles; con los que se podrán tejer nuevos vínculos que permitirán el ingreso de la sapiencia de cada cabeza y la sensibilidad de cada corazón.
Es indispensable alimentar aquello que caracteriza y distingue a una comunidad. En los hechos simples están sus más bellas expresiones. Abundan entre nosotros y son trascendentes para comprender quienes somos. Indudablemente vuelve a relacionarse lo que genialmente vivimos desde que nacemos, lo sencillo penetra hondo y ocasiona gran asombro.