Gianpiero Petriglieri

Este año podría ser el que se reconozca como el momento de un género literario a menudo ridiculizado: el de la autoayuda sobre liderazgo. Esta idea se instaló en mí durante una reciente visita a la librería de la Universidad de Pennsylvania, donde, sobre la mesa de los éxitos de venta, sobresalía el libro de un alumno sobre Donald Trump: "El arte de la negociación".

El autor –o, más precisamente, el protagonista– miraba fijamente y con orgullo desde la tapa del libro. "Trump hace creer, nuevamente y por un momento, en el sueño americano", rezaba una cita del New York Times sobre el libro. Me pregunto si el crítico del The Times, en alusión a la vida media de los inspiradores consejos que siguen siendo los elementos básicos del género, podría haber imaginado que ese momento se extendería tanto.

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Treinta años más tarde, Donald Trump está a solo una votación de distancia de la Oficina Oval. "Es como un cuento de hadas", había dicho en 1987 un profético crítico del The Times. Por lo que yo puedo decir, sin embargo, el complejo del liderazgo industrial apenas celebra la perspectiva de un presidente Trump, gerente-gurú en jefe, como un final feliz.

Mientras algunos estudiosos de la administración y otros tantos profesionales han alabado las habilidades de posicionamiento de marca y persuasión de Trump, la mayoría se ha mantenido en silencio o distanciado de él. Sus argumentos para así hacerlo por lo general tienen que ver con su carácter, experiencia y políticas, o la falta de ellas.

Pero un motivo menos racional o ideológico podría estar por debajo de la duda colectiva: la vergüenza de ser cómplices de su ascenso. Recientemente, incluso el escritor del libro, Tony Schwartz, expresó su profundo pesar por convertir el liderazgo implacable de Trump en una ficción convincente.

Llamar cuentos de hadas a este tipo de historias es preciso. Simplemente desecharlos como tal es tonto. Los cuentos de hadas son simples ficciones con gran poder cultural. Transmiten juicios morales y consejos prácticos a través de las imágenes e historias de lo que es correcto y bueno. Y no necesitan ser reales para tener un significado.

Los cuentos de hadas del liderazgo se venden ampliamente en las librerías de los aeropuertos, talleres corporativos y aulas de las escuelas de negocios. Los protagonistas cambian, pero su formato sigue siendo el mismo: Una persona decidida sale adelante conquistando la voluntad de sus seguidores (y aplastando las almas de sus competidores) con cierta elegancia.

Estas figuras son importantes. Nos enseñan lo que es el liderazgo para así reconocerlo y practicarlo. Y lo que enseñan es que el liderazgo es una influencia fundamental, habilidosa, apasionada para construir nuestro camino. Los autores del género casi no deberían sorprenderse cuando ejemplos de este tipo de liderazgo ascienden al poder. Intencionalmente o no, nosotros los apoyamos al principio.

Los relatos de liderazgo rara vez se detienen en las consecuencias de lo que los líderes persuaden a otros a hacer, si hubiera sido mejor preservar aquello que se cambió o sobre la autenticidad del control. Negarse a plantear estas preguntas es la divisoria entre alabar a un visionario como Steve Jobs y promover a Trump, es una línea muy delgada y fácil de cruzar.

Qué tan inspiradoras o atemorizantes le resultan los "cuentos de hadas" de Trump depende de su posición política. En cualquier caso, el entusiasmo y la preocupación que ha encendido son un testimonio de la influencia y la negligencia del complejo del liderazgo industrial y un recordatorio de que las ficciones populares tienen consecuencias reales.

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