Se puede, siempre se puede, es moderno decir y al decirlo ya se hizo medio camino. La fe mueve montañas, sabrían los antiguos sobre la relación entre creer y poder. No te aburro lector con una larga lista pero hay lo que no se puede y te digo, sin más demoras, que no se puede, por ejemplo, comer arroz y contar un chiste.

El arroz es alimento infiel, si la boca está ocupada con la risa y no lo sujeta, sale en alegre fiesta y se mete con los que están por cerca aunque no sean vecinos. El arroz es terrible, las sopas no quedan atrás, no quedan rezagados otros alimentos. Es que, aunque se diga que todo se puede, no se puede comer y reír, no se puede comer y hablar, no es buena práctica hacerlo al mismo tiempo.

Lector, tú y yo habremos oído y escuchado el consejo en lugares de nuestra infancia. ¡Pero qué mundo desmemoriado este nuestro, cómo se olvida la gente! Cosas que no se podían, de repente se hacen. No creas que sea fenómeno raro. Es moda común, en mesas bien vestidas y ambos sexos la practican con igual deleite. No importa el tema, serio, simpático, atrevido o austero.

Las palabras, aunque sean ellas educadas, se tropiezan con el alimento en el preembarque de la digestión y se produce el inconveniente desastre. Que puede ser mínimo, apenas visible, sobre el mantel, sobre la blusa, la camisa, la piel maquillada. Una diminuta mácula que no debiera existir y que se produce por hablar y comer al mismo tiempo.

La manía moderna disculpa todo con la terrible sentencia "cero estrés". Se permite lo que todavía no ocurrió, se disculpa el pecado cometido. "Cero estrés, no fue nada y que siga la fiesta". No, hay cosas que no se pueden, y el estrés tendría que ser, en este caso, el castigo por la descortesía cometida.

Presencié el desastre que menciono, tres veces en una misma noche, en una misma mesa. Nadie reclamó, nadie se sintió aludido. La gente seguía comiendo, bebiendo, riendo, en el mismo y único gesto primordial.

Dejanos tu comentario