Los secuestradores que autojustifican sus abusos y sus crímenes contra la población civil indefensa, bajo la pretensión de constituir un "ejército del pueblo paraguayo" contra la oligarquía, una vez más dejaron constancia de que, sean lo que sean, no son ni del pueblo, ni antioligarcas ni mucho menos preocupados por el bien de los paraguayos.

La calificación del joven menonita recientemente secuestrado como "oligarca", de no ser por la tragedia que conmueve a una familia y a una comunidad, equivale, más que a una proclama política, a un disparate que debería incitar a la risa o a la bronca.

Lo que indica a las claras las características y los fines del secuestro es que a cualquiera que hubieran secuestrado le hubieran adjudicado el mismo mote en el panfleto prerredactado para adjudicarle a quien pudieran secuestrar, con el único objetivo de conseguir dinero para seguir manteniendo sus correrías.

Oligarcas, de acuerdo al concepto que incluyen casi todos los diccionarios políticos, simplificando en un factor común, son los que viven ricos a costa del trabajo de los demás, un sistema de gobierno que, como dice el político-filósofo Norberto Bobbio, a más de otras formas de opresión menos drásticas, "se sostienen incluso sobre el terror".

En el caso del EPP no quedan dudas; hasta la fecha no han emprendido ni una sola acción política seria; sus actos son secuestros, ataques y crímenes contra la población indefensa, y emboscadas y atentados contra uniformados poco preparados para la defensa.

Lo notable es que aun hay sectores de la opinión política, pública y mediática que sostienen que el terror en la zona de conflicto se debe a la presencia de las Fuerzas de Tarea Conjunta. En el país de los ciegos, los tuertos, los que solo ven con el ojo que quieren ver, son los reyes.

  • En el caso del EPP no quedan dudas; hasta la fecha no han emprendido ni una sola acción política seria; sus actos son secuestros, ataques y crímenes contra la población indefensa, y emboscadas y atentados contra uniformados poco preparados para la defensa.

Los menonitas, en su mayoría son gente trabajadora, habiendo construido sus haciendas, desde sus inicios históricos y, específicamente, desde su llegada al Paraguay, sobre la base del trabajo solidario y cooperativo. Aunque hay varias versiones de los orígenes de su incorporación a nuestro país, la más veraz, sin duda, es que el Dr. Eligio Ayala, tuvo una influencia fundamental.

Tras su larga recorrida por las bibliotecas europeas, en alguna de las cuales, cuentan, intercambió opiniones con Vladimir Illich Lenin, Ayala dejó más de cuatrocientas fichas, sobre las que fundamentó sus reflexiones Evolución de la economía agraria y Política agraria del Paraguay, probablemente el análisis más serio sobre el tema, abarcando los distintos modos de producción, desde los liberales a los marxistas, pasando por los cooperativistas.

Ayala fue el impulsor de la venida de los menonitas, pensando en la ocupación del Chaco, con mirar a lo que él ya consideraba inminente: la guerra con Bolivia. Sin duda fueron sus sucesores los que concretaron la tarea.

El principio era la ocupación del Chaco por fuerzas productivas, lo que daría mayor peso al Paraguay, y, ante la situación de guerra, tener colonos asentados y eficientes para producir alimentos. Al término de la guerra, el país tenía una notable deuda con los menonitas, que proveyeron a las tropas nacionales. Los menonitas contribuyeron a la causa nacional.

Desde ese entonces, la comunidad menó ha seguido produciendo en base al trabajo duro en un territorio, como todos los que conocen el Paraguay chaqueño, duro de cultivar y de convivir.

Son, en general –como en todo hay excepciones– productores de riqueza en base al trabajo sacrificado. Son pioneros del Chaco. Han construido sus colonias con trabajo duro, con sudor y lágrimas.

Nada más lejos de los oligarcas.

Por el contrario, a los autodenominados EPP no se les conoce trabajo para mantener su sistema de vida: basan su existencia en cobrar a los trabajadores y a los productores, sosteniéndose sobre el terror, sin duda, un sistema de abuso violento, que encaja en la clasificación de una oligarquía.

Los oligarcas explotadores son los del EPP. Los demás habitantes del Norte son sus víctimas, sus explotados, bajo un régimen de terror y de expropiación sistemática de los bienes ajenos.

Hay que llamar a las cosas por su nombre.

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