El tenista anfitrión y dos del mundo, Andy Murray, no defraudó el aliento fervoroso y constante de sus miles de seguidores en el All England Club de Londres, donde se impuso en una ajustada final con parciales 6-4, 7-6 (3), 7-6 (2), al canadiense Milos Raonic, celebrando con ello su segundo título de Wimbledon, el tercero de su cuenta de Grand Slam.

Tres años atrás, Murray había cortado una larga sequía de 77 años para dar a Inglaterra un nuevo trofeo de Wimbledon tras el logrado en 1936 por Fred Perry, y ayer de nuevo volvió a hacerlo, pero en un lapso de tan solo tres años. Mientras descansaba en la silla al lado de la cancha al final del duelo, Murray se enjugó las lágrimas con una toalla del torneo:

"La vez pasada, me sentí muy aliviado. Sentí... tanto estrés y presión que realmente no tuve oportunidad de disfrutarlo tanto", declaró Murray. "Así que me aseguraré de disfrutar esta noche, sin duda".

El británico sostuvo su undécima final de un Major, pero la primera ante un rival que no era el serbio Novak Djokovic ni el suizo Roger Federer, siete veces campeón. Esto fue posible mediante Raonic, quien como sexto preclasificado eliminó al suizo en cinco sets en las semifinales del viernes y también derrotó a Sam Querrey, quien brindó la mayor sorpresa del torneo dejando fuera a Novak Djokovic.

El canadiense que luchó por convertirse en el primer canadiense en ganar un Grand Slam, logró un saque de 236,5 kilómetros por hora, récord de esta edición, pero no pudo romper ni una sola vez el servicio del británico, que ganó el juego en dos horas con 48 minutos.

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