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En la noche del 19 de febrero del 2011, Abouamar Tafnout, un activista de Casablanca (mayor ciudad de Marruecos), repentinamente se puso nervioso. Había visto un documental sobre la guerra civil en Argelia. No queremos eso, pensó.

Entre tanto, miles de marroquíes se preparaban para salir a la calle al día siguiente a modo de desafiar al rey Mohammed VI y la élite gobernante, conocidos por los locales por el apodo "makhzen" ("El Almacén"), que controla gran parte de la economía. Tafnout, de solo 20 años de edad en el momento, había ayudado a organizar las protestas.

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"Tenía miedo, miedo por el país", dijo.

Al igual que Tafnout, la mayoría de los manifestantes de Marruecos no querían una revolución desordenada. Por el contrario, presionaban por una monarquía más limitada. Cuando el rey aumentó los salarios y las pensiones y se comprometió a ceder algo de poder, muchos estaban satisfechos. Una revisión de la constitución y el fortalecimiento del parlamento fueron aprobados por el referéndum llevado a cabo en julio del 2011. Las elecciones se llevaron a cabo en noviembre de ese año. Algo de sangre fue derramada, pero la versión marroquí de la primavera árabe fue más bien suave.

Cinco años después de esos acontecimientos, Marruecos es estable, relativamente libre y cada vez más próspera. Al comparar eso con el resto de la región, no es de extrañar que los marroquíes sean reacios a alterar el status quo. "Gradualismo" es allí una palabra muy popular, incluso entre aquellos a quienes les gustaría ver a su país pareciéndose más a España, donde la monarquía es en gran parte ceremonial.

El rey sigue dominando el Estado, pero es muy popular. Su concesión de más derechos a las mujeres y sus esfuerzos para combatir la pobreza dieron buenos resultados. Los críticos dicen que él es un político astuto, pero la mayoría de los marroquíes le dan el crédito por la estabilidad del país.

El monarca también supo aprovechar la calma mediante el posicionamiento de Marruecos como un centro de inversiones para los fabricantes europeos. Incentivos fiscales y una buena logística sedujeron a los inversionistas. La producción de automóviles, dirigida por Renault, un gran productor francés, se ha más que duplicado desde el 2011. La industria aeronáutica también ha despegado.

La fábrica de Renault tiene vía férrea que va directo al puerto comercial de Tánger-Med, a 25 millas al este de Tánger, que se está expandiendo. Para el año en que se estima se complete la construcción, en el 2018, se espera que sea el puerto más activo en el Mediterráneo.

Marruecos está mirando al sur también. Casablanca Finance City, una iniciativa pública-privada, ayuda a las empresas locales e internacionales que quieran utilizar el país como base para sus operaciones en África. Se están construyendo atractivos espacios para oficinas donde antes estaba un antiguo aeropuerto de la ciudad.

A medida que mejora sus caminos e infraestructura, Marruecos se dirige a vivir un crecimiento compensatorio del PIB –creció 4,5% en el 2015–, pero su gobierno también ha sido inteligente. Con una política fiscal más estricta, que incluye recortes a los subsidios a la energía, ayudó a Marruecos para reducir sus déficits en cuenta corriente y presupuestario. Una sequía puede retardar el crecimiento de este año, pero los analistas siguen siendo optimistas.

"Creemos que Marruecos podría tener un crecimiento récord del PIB, en el orden del 5 al 6% en los próximos cinco a diez años", escribió Jason Tuvey de Capital Economics, una consultoría.

Pero no todo es color de rosa, por supuesto. La monarquía, sin duda, puede lograr que se haga el deber de casa: los grandes proyectos, como la planta solar más grande en el mundo y 932 líneas ferroviarias de alta velocidad se encuentran en andamiento. Sin embargo, el marroquí promedio tiene que hacer frente a una burocracia asfixiante.

"Cuanto más te alejas del rey, las cosas se ponen más difíciles", dijo Merouan Mekouar, de la Universidad de York, en Canadá.

Los miembros de la corte real utilizan su proximidad para hacer avanzar sus propios proyectos y ganar contratos. Marruecos ocupa un lamentable 88º lugar en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional.

El problema se ve agravado por el problema para encontrar a los responsables de las falencias. Ahí está el caso de las líneas ferroviarias de alta velocidad, que deberían reducir a más de la mitad el tiempo de viaje entre las grandes ciudades de Marruecos. Algunos preguntaron si los miles de millones de dólares podrían ser mejor utilizados para ayudar a los pobres, por ejemplo, dado que Marruecos está en el tercio inferior del índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas. Otros se preguntan si una desaceleración en el comercio marítimo mundial hace que la expansión hacia Tánger-Med sea prudente, o preguntan por qué la iniciativa para impulsar el turismo –el Plan Azul– no ha logrado producir muchos resultados. Nadie en el palacio real parece estar controlando esta falta de resultados.

Y tampoco espere que el Parlamento pueda dar respuestas. Aunque la constitución revisada da al gobierno más poder sobre la política y las designaciones en puestos claves, el rey todavía está firmemente a cargo de todo.

Es más, "el régimen ha logrado en gran medida la domesticación de las fuerzas de la oposición", dijo Mohamed Daadaoui, de la Universidad de Oklahoma City. Se ha cooptado al Partido Justicia y Desarrollo (PJD), un grupo medianamente islámico que ganó las elecciones en el 2011. El PJD no ha presionado por reformas democráticas sustanciales, pero todavía tiene en frente al Partido de Autenticidad y Modernidad, que es incluso más favorable al rey, para las elecciones parlamentarias previstas en octubre de este año.

Periodistas y activistas critican la monarquía, que los pone en riesgo. Agencias de noticias se han visto obligadas a cerrar y periodistas fueron encarcelados en los últimos años. Reporteros sin Fronteras, un grupo de presión, considera a Marruecos menos libre incluso que Argelia o Afganistán.

Por ejemplo, está el caso de Ali Anouzla, un crítico del rey, que ha sido acusado de "incitar" al terrorismo. Su presunto delito fue vincular un vídeo de Al Qaeda en el Magreb Islámico, el cual, él ha criticado.

En general, la libertad de expresión está restringida por tres líneas rojas: La discusión crítica del Islam, la monarquía o el disputado territorio de Sahara Occidental. Aun así, las protestas son comunes en Marruecos, por cosas tales como el empleo y los salarios. Las manifestaciones son disueltas a menudo por la policía, que tienden a usar tácticas de mano dura. Cuando los manifestantes cuestionaron el enorme presupuesto real, en el 2012, fueron golpeados.

La amenaza del terrorismo también se ha utilizado como excusa para silenciar a los críticos, mientras que la turbulencia de la región ha sido citada para atenuar el ardor de los reformistas. Al compararse con el mundo árabe, sin embargo, Marruecos se pone a sí mismo un estándar de calidad muy bajo. Muchos de sus ciudadanos hablan francés y español y prefieren mirar a Europa en busca de inspiración.

El rey ha animado tales pensamientos sobre asuntos económicos, pero está frustrando el progreso político de Marruecos. Poco esfuerzo se ha puesto en la construcción de las instituciones, tales como un poder judicial independiente, que sería necesario en una monarquía constitucional.

Aun así, los marroquíes tienen esperanzas.

"En algún momento en el futuro cercano, Marruecos será un estado democrático", dijo Tafnout. "La monarquía es lo suficientemente inteligente para saber eso".

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