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El 14 de mayo, tártaros indígenas de Crimea se sentaron pegados a sus pantallas observando cómo Jamala (Susana Alímivna Jamaladínova), una cantante ucraniana de origen tártaro, ganaba el Festival de Eurovisión.
La canción "1944" –que Jamala cantó– rememoraba la brutal expulsión de toda la población tártara de Crimea que fuera ordenada por Stalin. Para el gobierno de Rusia, la canción era una violación de las reglas del concurso que prohibía alusiones políticas. Para los tártaros fue un gran gesto de desafío. La mayoría de los tártaros se niega a aceptar la anexión de la península de Rusia ocurrida en el 2014 y, como resultado, ellos han sido objeto de castigo.
En Crimea, cada familia tártara tiene historias para contar de aquella deportación. A los 81 años, Refat Selyamiev recuerda todavía con claridad aquel 18 de mayo de 1944, cuando los soldados soviéticos llegaron a la casa de su familia, secuestraron a su madre y a sus tres hijos, y llevaron a todos a un cementerio local. Ellas esperaban ser asesinadas. En cambio, la familia y otros 200.000 tártaros de Crimea fueron llevados a una estación de tren, subidos a empujones a vagones de ganado y enviados a Uzbekistán. Stalin afirmó que los tártaros habían colaborado con los alemanes.
El viaje duró 18 días. Selyamiev recuerda la sed, la dieta de arenque salado y los muertos –8.000 en total durante el viaje– eran arrojados de los vagones en cada parada del tren. A los tres meses en el exilio, su madre murió con apenas 32 años. Fue introducido en un orfanato. Su padre, que había estado con el ejército soviético peleando contra los alemanes, volvió y lo rescató del orfanato.
La última experiencia de la violencia estatal rusa de Selyamiev es mucho más reciente. El 12 de febrero, una docena de hombres armados con pasamontañas irrumpieron en su casa, obligaron a su hijo a tirarse en el suelo y colocaron a sus dos nietos de cara contra la pared, con armas apuntando a sus espaldas. Otros hombres armados, acompañados por un perro, registraron el recinto. Su hijo fue llevado a la comisaría, donde fue interrogado sobre supuesto sabotaje de las vías del ferrocarril y luego puesto en libertad.
Los tártaros de Crimea se niegan a aceptar la anexión rusa porque la ven como una continuación del estalinismo. Y como para darles la razón, el Partido Comunista de Rusia salpicó los caminos con carteles que muestran el retrato de Stalin y las palabras "Es nuestra victoria".
Gobernada por Sergei Aksyonov, un títere ruso apodado "Goblin", la península se ha vuelto peligrosa para los tártaros. Sus casas y mezquitas son allanadas y algunos de sus hombres secuestrados, torturados y asesinados. El Medjlis, el órgano consultivo, ha sido declarado ilegal.
Algunos 15.000 tártaros han huido, sobre todo a Ucrania. Nariman Dzhelalov, el jefe adjunto de la Medjlis, lo llama una "expulsión híbrida", en referencia a la "guerra híbrida" de Vladimir Putin con trucos sucios y desinformación cuando se refieren a Crimea en primer lugar.
Rusia ha practicado durante mucho tiempo métodos similares en el Cáucaso del Norte. Abdurashid Dzhepparov, activista tártaro cuyo hijo y sobrino fueron secuestrados hace dos años y nunca fueron encontrados, dijo que el objetivo es intimidar o bien provocar una revuelta que serviría como pretexto para la represión de masas. Los fiscales acusaron de terrorismo a varios musulmanes practicantes y también los sindicaron como adherentes al Hizb ut-Tahrir, una organización política pan-islámica que fue prohibida en Rusia en el 2004, pero no en Ucrania. En un giro orwelliano, los tártaros que se oponían a la anexión de Rusia fueron acusados de "amenazar la integridad territorial de Rusia".
El gobierno ruso también está tratando de cooptar a los líderes tártaros. Unos pocos miembros del Majlis han cambiado de bando, lanzando un movimiento pro-gubernamental llamado Kyrym. Otros tártaros se enfrentan a una elección moral difícil. Lenur Islyamov, una vez más un gran hombre de negocios de Crimea y propietario de ATR, el canal de televisión de los tártaros, emigró a Ucrania. Allí organizó un bloqueo de bienes a Crimea y armó un batallón militar que, según dijo, estaría listo para defender a los tártaros de Crimea.
En el otro extremo, Remzi Ilyasov, un ex miembro del Medjlis, ahora sirve como vicepresidente del Parlamento de Crimea instalado por los rusos. Dijo que los tártaros deben aceptar el dominio ruso y que Islyamov pone en peligro la vida de los tártaros ordinarios.
Mustafa Dzhemilev, anteriormente el jefe del Majlis y, antes de eso, el líder de un movimiento no violento de resistencia contra el dominio tártaro por parte de los soviéticos, ahora vive en el exilio en Kiev, y tiene prohibido entrar en su tierra natal. Él tiene determinación.
"Si un enemigo invade tu patria", dijo, "hay que resistir".
De todos modos, argumenta con improbabilidad, es solo cuestión de tiempo antes de que Crimea sea devuelta a Ucrania.
"El gobierno soviético estaba tratando de doblegarnos", explicó, "pero al final se doblegó a sí mismo. Y Rusia no es ni siquiera la Unión Soviética".