Por Darío Colmán

Vicepresidente de ADEC

En estos días, en un encuentro con amigos, hablábamos sobre los últimos acontecimientos suscitados en el país y en especial sobre las manifestaciones de los jóvenes estudiantes de secundaria, pidiendo cambios en el sistema educativo del país y a la par, la destitución de la ministra Lafuente, de la cartera de Educación.

Éramos 4 en esta reunión de amigos y todos coincidimos en que hoy tenemos sentimientos encontrados en relación a la movilización de los estudiantes y la renuncia de la ministra.

Efectivamente estamos frente a una paradoja, una contradicción incómoda en que se fuerza la renuncia de la ministra de Educación que más trabajó por las reformas estructurales, la que combatió la corrupción y el clientelismo; la que procuró mantenerse libre de la injerencia política en la educación.

Por un lado, contentos por el despertar democrático de los jóvenes estudiantes, de exigir sus derechos de una mejor educación, de exigir rendición de cuentas y transparencia en la gestión pública y la exigencia de una mayor inversión del Estado en materia de Educación.

Sin embargo, sentimos también que hemos perdido a una persona muy valiosa en el trabajo de cambio en la Educación, con una clara contribución hacia una nueva política educativa e importantes conquistas en la despartidización de la cartera de Estado y en la adecuación hacia una estructura institucional más moderna y eficiente.

A la ministra le explotó la bomba en las manos a pesar de sus avances, a pesar de su coraje al enfrentar las presiones políticas, a pesar de su capacidad de trabajo con todos los estamentos de la comunidad educativa. A la ministra la han dejado sola, porque nadie ha salido a defender con firmeza el trabajo y los resultados logrados.

Con todo lo acontecido podemos concluir que los jóvenes han pasado la factura, no al ministro de turno, sino a un Estado insensible, ausente y soberbio; que no tiene la capacidad de entender el sentimiento de la población, que no escucha, muchos menos dialoga; y si dialoga, pretende poner condiciones; que no lee el escenario de descontento que existe hacia las políticas públicas que no responden a necesidades acuciantes y a las postergaciones de años, que nos colocan en las últimas posiciones en cuanto a calidad educativa en la región.

Por un lado, entendemos la impaciencia de los jóvenes en sus peticiones ante tantas postergaciones y carencias en materia educativa, como así también aplaudimos la movilización y participación activa en la lucha por una mejora de la calidad educativa, pero por otro lado lamentamos perder a una persona que ha demostrado interés, conocimiento y buena gestión orientada a los cambios necesarios.

Hay que decir también que con la designación del nuevo ministro, de clara orientación política más que de conocimiento técnico, hemos dado un retroceso; cayendo en el riesgo que implica cortar los procesos y el empezar todo de nuevo.

Dejanos tu comentario