Por Alex Noguera

Editor/ Periodista

Uno de los aspectos menos conocidos del doctor David Banner es que él es un asegurado del IPS. Incluso, el hecho de que él se convierte en un amasijo de músculos verde, espumante, cuando se enoja, es vox populi, pero lo del IPS es secreto absoluto.

El caso es que invariablemente cada mes el tímido científico comienza a sentir cierto cosquilleo en la base de la nuca cuando observa que los blísteres de sus pastillas se están quedando vacíos. Allopurinol para el ácido úrico, ácido acetilsalicílico para fluidificar la sangre y furosemida para controlar la presión arterial.

Tres pastillas por día es la velocidad de la cuenta regresiva que hace que el nervio de su nuca empeore. Tiembla. Titila. Se mueve. Cobra vida propia. Y cuando faltan tres días para acabar el stock medicinal, una vena que tiene en la frente simula un tambor y le regala un tun tun tun en la sien.

"Tranquilo", se dice a sí mismo. Respira hondo. Cierra los ojos. Pronto vendrá el innecesario parto de cada mes, el camino de la indignidad, el sucedáneo viacrucis por el que deben atravesar los asegurados de la previsional para conseguir sus medicamentos.

El rito se repite cada 30 días. Llega del trabajo a las 22:00 y entre que come algo y habla con su gato se le hacen las 23:30. Duerme. Se despierta a la una. Se baña. Se viste. Para las 2:30 debe estar sentado en el asiento de metal de la sucursal médica formando "fila" para sacar número, como ganado esperando ser marcado.

Cuando llega ya hay unos 6 ó 7 antes que él. Su saludo general de "Buen día" no tiene eco. Todos están de mal humor. Allí entra otra res. Se sienta a su lado. Minutos más tarde otra más engancha el tren de vagones que forman los asegurados sentados en las sillas de metal. Escucha una conversación al fondo. Preguntan por qué no usan el call center, que para eso está. Y la vena de la frente comienza con su tun tun tun, porque Banner ya lo intentó. Es mentira. No funciona. Pero parece que todos tienen un pariente que sí usa el dichoso call center. Así pasa las horas, cavilando, mirando cómo llega ese tendal de zombies masoquistas. No, no son masoquistas. A nadie le gusta pasar por esto. El call center no funciona. Nunca da respuestas.

Son las 5:00 y la mujer detrás del vidrio de la recepción comienza a entregar los números. Ella sentada con aire, Banner y sus compañeros sudando del otro lado. Con el número en la mano regresa a su asiento para la próxima etapa.

Son las 6:00, comienza el fichaje, traducido esto quiere decir que una vez más Banner debe levantarse e ir hasta la ventanilla para que le anoten la consulta con un clínico general.

Los médicos en teoría deben comenzar a atender a las 7:00. Banner se pregunta quién habrá propuesto semejante teoría, ya que nunca llegan a hora. A veces a las 7:30, pero pese a haber llegado él a las 2:30, nunca le han atendido antes de las 9:00 de la mañana.

La consulta es rápida. No más de 10 minutos. Siempre es igual. Le preguntan a qué viene, escucha las mismas recomendaciones dadas como oración de velatorio y unas órdenes para análisis que debe visar al salir. Es inútil. Al principio lo hacía, pero cuando de dijeron cuánto debía esperar para que le hagan esos análisis, una sonrisa incrédula cerró la ventana de esa posibilidad.

Con su cédula camina cansado hacia la farmacia. Tiene los pies hinchados por haber pasado la noche sentado.

Son las 10:00 de la mañana y con sus medicinas en mano, ahora piensa un justificativo para que en su trabajo una vez más no le llamen la atención por llegar tarde.

Ese día Banner trabajará mal, cansado, con sueño, pero estará orgulloso. En el parto de todos los meses él no permitió que el monstruo Hulk naciera. La máquina de la tortura del IPS venció a Banner, pero Banner venció a su Hulk interior.

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